Cap 4. La Tormenta se avecina

6.1K 469 8
                                    

Pasaron los días y como era de suponerse, su encuentro en la cocina quedó olvidado de parte de ambos, o eso se hacían creer.

Cada vez que estaban juntos, se sentía la incomodidad de uno hacia el otro. Lo peor era que no podía disimular tan fácilmente, todos los notaban un poco extraños y como era de lógica no faltaron las preguntas por parte de Magda y Don Luis.

Esa tensión provocada en el calor del momento, los seguía tan de cerca como sus propias sombras. Esta se intensificaba cuando debían permanecer en la misma habitación. Fue un completo martirio para ambos.

Fernando tenía tantas ganas de repetir el encuentro, y terminar lo que habían empezado. Pero las miradas asustadas de Victoria, lo retenían en su lugar. "Hace lo correcto en temerme" pensó desilusionado.

Ella no tenía idea de los demonios de su pasado, y de cuán fácil podían capturarla y arrastrarla hasta su infierno. Fernando prefería que eso no pasara, por lo que tendría que mantener la distancia sino quería corromper lo más puro que alguna vez había tenido.

Los días y semanas pasaron lento y tortuoso, cuando se cumplió el mes, Victoria y Fernando ya se habían acostumbrado a tolerar la presencia del otro.

No eran los mejores amigos, como de pequeños; pero con poca frecuencia, hablaban de cualquier cosa. Principalmente del trabajo en la hacienda y cómo había cambiado el pueblo.

Fernando era feliz explicándole los innumerables cambios. Podía explicar la mayoría, y los que no sabía, se excusaba diciendo que seguro habían ocurrido mientras estuvo en la capital.

Ella intentó saber más de él, de sus experiencias en el D.F. pero Fernando siempre esbozaba la misma sonrisa forzada y movía los cables para que la conversación girase en torno a Victoria de nuevo. Para ella, Fernando era todo un misterio.

Don Luis despertó una mañana con ganas de ser productivo. Sentado en el comedor, esperó paciente por alguno de sus dos hijos. Eran pasadas las ocho de la mañana, él apenas se levantaba.

Había pasado por la habitación de ambos, cerciorándose que seguían dormidos. Y efectivamente había encontrado a Fernando durmiendo como un tronco en su habitación. Sin embargo, Victoria ya se había duchado y cambiado, cuando abrió su puerta, ella se peinaba su rubia melena frente al espejo.

Victoria prometió bajar en unos minutos. Y él pacientemente la esperaba, ya había terminado de leer el periódico y se había acabado su primera taza de café. La desesperación se coló en sus venas poco a poco.

Hace muchos meses que no recorría sus propios campos. Extrañaba tanto sentir el calor del sol en su rostro y las frescas ventiscas al montar a caballo a todo galope. Don Luis no pudo resistirse más.

Se puso en pie, tomando su sombrero colgado en el respaldo de su silla. Haría algo con ese exceso de energía que empezaba a sentir, iría a recorrer por su cuenta su hacienda. Apenas había dado un paso cuando su hermosa hija entró en la habitación, tan sonriente como siempre.

–Hola de nuevo... –lo saludó ella, inclinándose hacia el frente para besar su mejilla–. ¿No pude haberme tardado tanto o sí?

Victoria lo miraba con el ceño fruncido, sorteando su mirada de la mesa hacia él, y de vuelta. La verdad es que ella apenas había demorado unos minutos, pero la ansiedad de Don Luis hacía que este creyera que fueron horas.

–No es eso, cielo. Es solo que, recordé que Fernando sigue dormido.

–Sí. –respondió con pesar, arrugando su rostro al recordar lo que su nana le había contado–. Magda me dijo cómo Fernando se pasó en vela toda la noche en el establo, ayudando con otros empleados en el parto de una de las yeguas.

Indestructible 1: Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora