–Vaya, vaya, vaya... –comentó Carmen, alzando sus rubias cejas.
Su hija la miraba como si estuviese presenciando un homicidio frente a sus ojos. Joder, jamás entendería el pudor de Victoria. Parecía que esta había olvidado como respirar. Carmen pasó la mirada de su consternada hija hacia el espécimen masculino dormido a su par. Al levantarse con premura para cubrirse, Victoria había descobijado a su amante. Ella no pudo apartar la mirada de las partes nobles expuestas del hombre que su hija se había conseguido. Le daba puntos por haber encontrado alguien que la entretuviese en esta aburrida hacienda.
–Ahora entiendo por qué te levantas tan tarde... –aseguró, cínica–. Imagino que pasas muy ocupada por las noches.
Señaló con su barbilla hacia él, cuando Victoria la miró con confusión. Su hija siguió su mirada, e inmediatamente cubrió a su amante. Carmen rodó los ojos, la diversión se había acabado. Cerró la puerta a sus espaldas, mientras escuchaba los susurros de reproche de su hija.
–¡¿Qué haces aquí mamá?!
Esa era una buena pregunta que no podía responder con la verdad. Carmen odiaba haber regresado a la hacienda, la espantosa cárcel de la que se había librado hace diez años. Pero su hija estaba aquí, y sin Luis para persuadirla de no hacerle caso, Victoria era su mejor oportunidad para recuperar su vida privilegiada.
–Te dije que vendría, querida... –respondió, con falsa inocencia.
Esbozó una medida sonrisa mientras avanzaba por la habitación hasta detenerse a orillas de la cama, justo a la par de Fernando. El corazón de Victoria latió como loco en su pecho. Este parecía en coma, agradecía sinceramente que el efecto de las pastillas siguiera sobre él.
–Dijiste por teléfono que tu vuelo llegaba por la tarde, y no es precisamente eso a lo que refiero, sino qué haces aquí, en mi habitación.
–Para que sepas, mi vuelo se adelantó un par de horas. Llevo esperando como tonta en la sala de estar... –se quejó, hastiada–. Bien sabes cuánto odio esperar a las personas, Victoria. Además, siempre me he aburrido en esta hacienda.
"Entonces no debiste haber venido" replicó su subconsciente. Por respeto a su madre, Victoria se mordió la lengua. Se quedó sin aire cuando Carmen se inclinó hacia Fernando, inspeccionándolo con una mirada llena de interés. ¿Sería que lo reconocía? No. No podía ser posible. Él estaba tan cambiado al chico que alguna vez había sido. Además, su madre hubiese pegado el grito en el cielo al percatarse que era Fernando.
–Mmm... admito tu buen gusto... –comentó fanfarrona, entrecerrando sus ojos para ver su rostro–. Tu bello durmiente está bien dotado, aunque pídele a tu vaquero Marlboro que se rasure esa barba...
Carmen arrugó su respingada nariz, ella no toleraba el tabaco. Y su amante, le recordaba al vaquero de los viejos comerciales de cigarrillos que pasaban en la televisión. Pero la limpia esencia del hombre, no parecía estar empañado con algo tan burdo como el aroma que dejaba el cigarro en las personas. Otro bono del misterioso acompañante. Entonces, con toda la curiosidad que picaba en sus dedos, tocó el rostro del tipo, pasando sus dedos por su suave barba.
–Interesante. No se siente nada mal...
A Victoria se la llevaba el diablo. Apartó la mano de su madre del rostro de su novio con rapidez. No podía manosear a Fernando así, y menos cuando él estaba inconsciente para defenderse. Su madre la miró con asombro ante su ceño fruncido, alzó sus manos en señal de rendición mientras esbozaba una pícara sonrisa.
–Es tuyo. Entendido. –rió divertida.
–Mamá, baja la voz, por favor.
–Ay no te preocupes, cariño. Parece que tu amante está demasiado anestesiado, o ebrio, que sé yo...
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Indestructible 1: Segunda Oportunidad
RomanceFernando es un hombre más. Pero guarda un pasado oscuro que no desea mostrar a nadie. Todo a quién quiere, termina herido o muerto. Su vida ha sido un declive hacia las tinieblas desde que ella se fue. Sin embargo, el destino le ha sonreído de nuevo...