Cap 17. "Resistance"

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Se le había agotado el tiempo. Mañana a primera hora salía su vuelo con rumbo a Chicago, su boleto estaba allí, en el cajón derecho del escritorio de su padre. Sobre la mesa, la pantalla del computador mostraba su carta de renuncia, revisada dos veces para omitir errores. Jamás se sintió entre la espada y la pared como esa noche. Apenas había empezado su maleta, cuando había desistido de la idea esa misma tarde.

Victoria intentaba pensar en alternativas que hicieran feliz a todos. Pero era obvio que no podía trabajar como periodista de Chicago, desde su casa en México. Sus dedos tamborilearon sobre la madera del escritorio, mientras se devanaba los sesos, pensando. Si deseaba su empleo, tendría que proponerse regresar a México para vacaciones y días feriados. Pasar temporadas navideñas aquí, y...

"Y a quién demonios voy a engañar... llevo una década mintiendo que visitaría a mi padre cada verano, y jamás lo hice hasta ahora. Y para colmo, se ha muerto, eres un caos, en serio". Sus reproches internos, solo desesperaban más su calma. ¿Qué se supone que debía hacer? Odiaba tener este tipo de responsabilidad con ella. Siempre tomaba las peores decisiones, había decidido irse con su mamá a los 16 años, y ese sin duda había sido el mayor de sus errores.

Cerró sus ojos, llevando una mano hacia el puente de su nariz, y apretándolo para reducir su dolor de cabeza. Estaba tan sumida en sus problemas, que jamás notó cuando Fernando entró al despacho con paso sigiloso.

–Una moneda por tus pensamientos... –apostó él.

Victoria alzó el rostro, maravillándose de la cálida sonrisa que este le brindaba. Por unos segundos, agradeció el silencio entre ellos. Solo deseaba verlo, embelesada de sus ojos amarillos y su cabello castaño. Era un sexy vaquero que le arrancaba sonrisas solo al levantar sus cejas con sugerencia.

–Hola... –lo saludó resignada.

Su mal humor no podía competir con la llegada de Fernando. Este se acercó al sofá de dos plazas, se dejó caer en él, apoyando su cabeza en el reposabrazos, mientras estiraba sus piernas hasta el otro extremo, cruzándolas a la altura de sus tobillos. Esa sonrisa resplandeciente que iluminaba la habitación era demasiado peculiar. Ella no entendía su buen humor.

–¿Pasa algo? –inquirió Victoria, mirándolo con confusión.

Él se encogió de hombros al tiempo que negaba con su cabeza. Esa sonrisa juguetona, no era más que contento puro. Pero ella no podía sentirse igual. Era una lástima que la motivación de Fernando no fuera contagiosa, ocupaba un poco de buen humor por los momentos.

–¿Puedo hacerte una pregunta, Fer? Pero es solo un supuesto, así que no puedes enojarte por ello.

Estaba nerviosa, tanto así que hablaba atropelladamente. Necesitaba tener la información posible para resolver su debacle. Hace días deseaba definir qué significaban estos últimos meses para él. Hoy, que era su último día para renunciar a su empleo, o su último día para quedarse en la hacienda.

–Pregunta lo que quieras, ángel...

Él en serio que estaba de buen humor, nada de lo que dijera Victoria podría cambiar su temple relajada. Esta lo miró con recelo, como si todavía no estuviese segura de contarle la verdad o no. Fernando suspiró, cansino; sentándose correctamente en el sofá.

–No me enojaré, lo prometo. –accedió de buena gana.

–Quiero saber... –Empezó ella, despacio–. ¿Qué somos nosotros?

Fernando parpadeó repetidas veces, con una expresión de confusión en su semblante.

–¿Es acaso una pregunta retórica? ¿O debo responder algo así como que somos materia del universo y estamos compuestos de polvo y...?

Indestructible 1: Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora