Tanto Corey como Dorian, tomaron el camino de la derecha sin perder el tiempo decidiendo si sería o no muy conveniente. El primero solo siguió al segundo quién deseaba salir de aquella sala lo antes posible dado que no quería mostrarse tan afectado frente a los demás. Es decir ¿Un asesinato? Tenía que ser una maldita broma. Aunque hubiese cada persona con trastornos mentales en el mundo ¿Cuál era la ganancia de matar en una competencia así de importante? No le encontraba lógica y creía que de seguirla buscando, iba a terminar sin cabello. Casi podía escuchar la voz de su padre riñéndole por ser tan descuidado, y es que por supuesto que en la boleta de participación olvidaron colocar en letras pequeñas aquel detalle cual crónicas de una muerte anunciada o algo por el estilo.
Dorian iba tan ensimismado en su vorágine de pensamientos casi nefastos que se desubicó en el espacio-tiempo. En pocas palabras, se había perdido como aquel hijo del famoso aviador estadounidense llamado Lindbergh y cuándo el pánico amenazó con tocar la puerta de su cordura nuevamente, volvió corriendo sobre sus pasos hasta chocar contra algo duro; su reacción fue cubrirse.
—¡Dorian! ¡Soy yo!—. Exclamó Corey, llamando al chico mientras zarandeaba sus hombros para hacerlo reaccionar.
Semejante acción había tomado por sorpresa a Corey, que caminaba en silencio detrás del pelirosa observando con recelo su alrededor. Iban por el pasillo que conectaba con el área de escudos cuándo el chico echó a correr como alma que llevaba el demonio. Antes en la reunión se había percatado que escondía algo y ahora lo entendía, no era otra cosa más que miedo. Un sentimiento inexcusable ya que sin duda la situación estaba tensa y podía leer el lenguaje corporal del chico.
El de rosado cayó en cuenta que quién lo llamaba era Corey, razón por la cuál volvió al presente con ambos en el suelo y su cuerpo adolorido por haber caído. Enseguida se incorporó para dejarle espacio al hombre, la pena lo embargó y se preguntó si no le estaba causando ya demasiados problemas. Dorian era del tipo de persona que contaba con dos modos a la hora de enfrentar dificultades: el primero era su ansiedad carcomiéndolo por transitar terreno desconocido; el segundo la forma que hallaba para adaptarse y seguir adelante sin pedir ayuda. En ese momento, su cerebro señalaba estar cruzando el inicio de ese dúo.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! No me di cuenta que estabas aquí—. Se disculpó con rapidez y le extendió su mano para ayudarlo a levantarse. No supo por qué imaginó que Corey estaría en otro lugar haciendo sus respectivas tareas, pero lo hizo por estar demasiado centrado en sí mismo y su mecanismo de autodefensa.
—Estoy bien no te preocupes—. Dijo el de negro sosegado, aceptando la ayuda que el chico le brindaba. En verdad creyó por un momento que Dorian no estaba con él, al menos en ese plano. Quizá en una realidad alterna estuviese pasando por una situación similar y por ello su reacción tan repentina. Al fin y al cabo, del universo se sabía una gota pero se ignoraba un océano. Tampoco es como si era una buena cosa estar influenciado por películas.
Intercambiaron unas cuantas frases más de disculpas que Corey tuvo que rechazar puesto que en realidad nada malo había sucedido. Sin embargo, Dorian seguía igual de afectado. El de negro optó por dejarlo estar; de su madre había aprendido lo importante de sentir las emociones para liberar no se que elementos químicos importantes para el estado de ánimo. Aunque a la edad de diez años Corey no entendía mucho del cuerpo humano, solo cuando alcanzó la madurez suficiente fue consciente sobre lo ridículo que debió haberse visto haciendo un berrinche en aquel supermercado. Bueno, tampoco es que tuviese la culpa de obsesionarse con las figuras armables de animales marinos dentro de los paquetes de chucherías.
''Lo que vas a matar será tu estómago con tanto colorante numero cinco, Corey'' —. Era lo que su madre decía siempre, casi podía escucharla y verla agregar una bolsa al carrito cuándo estuvo calmado. El moreno sonrió de forma inconsciente, ganándose una mirada indignada del pelirosa que lo dejó descolocado.

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Proyecto Impostor
Short Story[COMPLETA] Para mantener a su padre hospitalizado, Dorian necesitaba mucho dinero; o un milagro. Incapaz de mantener sus trabajos de medio tiempo y su propia vida al corriente, deposita su última esperanza en la boleta de participación para la copa...