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Estaba demás decir que la dirección del juego Among US había cambiado demasiado rápido para en ese momento, la poca estabilidad mental que poseía Joseph Thompson. Si bien era un hombre sano, cualquiera sería capaz de perder la cabeza con aquella situación que mucho no dejaba a su poder de decisión. El hombre que se despedía de su treintena, sopesaba con suma preocupación los hechos dentro de la nave por medio de una gran pantalla en su oficina mientras caminaba de un lado a otro, como si eso influyera de alguna forma en lo que ocurría.

Joseph negaba a nadie en específico cuando su teléfono comenzó a llenar los espacios vacíos de la habitación con insistencia; interrumpiendo su línea de pensamiento. El hombre palideció al ver que el remitente no era de otra persona más que el secretario del presidente de Estados Unidos. Entonces el debate consigo mismo sobre su ética y moral, lo volvía consiente de las tantas posibilidades que significaba esa llamada, también de los riesgos a tomar en cuenta.

Su presencia fue solicitada en el palacio de gobierno con carácter de urgencia. En vista que era un suicidio negarse, el director de Innersloth acudió a aquella reunión que para su sorpresa, resultó ser secreta. No había ningún miembro en representación de la KGB, pilar fundamental en ''la triada de la muerte'' sentado en la mesa redonda. El hombre que lideraba el país se hallaba sentado frente a una lona donde se proyectaba a tiempo real el juego, su perspectiva era amplia; enfocándose sobre todo en los movimientos del segundo impostor: Max. Joseph tuvo un mal presentimiento.

—¡Joseph! bienvenido, toma asiento—. Exclamó el mandatario con una sonrisa amplia y engañosa, si no conociese la estirpe del hombre, ser engañado hubiese sido una tarea muy fácil. Joseph fingió demencia y se sentó tras estrechar la mano a modo de saludo.

—Vaya al grano señor, sabe que estoy ocupado ahora mismo—. Señaló a la pantalla con su cabeza sin abandonar el contacto visual con el mayor. Quién asintió estando de acuerdo con sus palabras.

El hombre adoptó pues una posición un tanto relajada en apariencia: sus codos apoyados en la mesa y las manos entrelazadas. Hecho que por lejos señalaba poder y dominio sin ser evidente a simple vista. Joseph se tensó cuándo la expresión del hombre se volvió concentrada; como si pesara lo que tuviese que decirle, a menos en apariencia.

—Entonces seré franco—. Joseph siguió con la mirada en dirección donde el presidente apuntaba, Max se mostraba en la pantalla, el chico miraba por las cámaras en el área de seguridad. Entonces se volvió hacia el hombre, camuflando cual profesional su preocupación por Corey. — ¿Entiendes no, Joseph?

—¿Pretende violar el reglamento del juego?—. Su tono sarcástico molestó al presidente y Joseph no pudo importarle menos en ese momento. —Mis agentes serán proporcionados al gobierno de manera honesta, todo puede cambiar de un segundo a otro dentro de la nave, es algo que nosotros no podemos controlar. Recuerde, son personas las que están participando, no robots—. Expresó su descontento a sabiendas que podía morir ahí mismo y nadie lo sabría nunca.

—Sabes, nadie es indispensable en un puesto de trabajo—, Comentó el hombre, tomando un sorbo del líquido ámbar de su vaso.

El agente captó la amenaza entre líneas y pensó que a esas alturas sería lo mejor, pero tan cansado como pudiese estarlo de su ocupación, era consciente que de hacerlo no sería con vida. Sabía demasiadas cosas que comprometían la estabilidad del país: la verdad sobre Among US era una de ellas y por la cual iba a correr el riesgo o eso pensaba hasta que el mandatario volvió a abrir la boca.

—¿Tu hija es doctora no?—. Joseph se tensó y apretó con disimulo sus puños bajo la mesa. Sí, aquel hombre sabía todo sobre su vida; antes, durante y era muy posible que después luego de lo que estaba por hacer. La mención de su hija lo alertó, había sido un golpe bajo, él amaba a su hija y por ella era que quería desligarse de una vez por todas de aquella cruz que cargaba sobre sus hombros.

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