Dale tiempo

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Estoy de camino a Ruby para la fiesta. Voy en el coche con Cagin, mi padre y unas amigas de mi padre.

Miro por la ventana mientras ellos charlan animados. Hoy cumplo 30 años y no esperaba que fuese así. Quería celebrarlo de otra manera, pensé que seria de otra forma. Básicamente con ella a mi lado. Quería hacer una bonita celebración todos juntos y luego pasar unos días en alguna cabaña en la montaña. Quería celebrar que estaba ella en mi vida. Y ahora creo que ella no quiere ni verme. Dudo si va a querer enviarme un mensaje.
Nada me haría más feliz que un mensaje o una llamada suya. Miro el móvil cada vez que vibra pero no es la repuesta que deseo.

Desde que nos vimos en su casa no hemos hablado y he tenido muchas ganas de escribirle para pedirle perdón. Pero siempre soy yo el que cede y da el primer paso. No puedo seguir así. La quiero con todo mi alma pero ahora mismo no quiero hacerle más daño. No conseguimos dejar de lado el rencor y nos hundimos más.

Mi padre ha venido a mediodía a comer conmigo y hemos estado en mi casa tranquilos. Le he contado todo lo que ha pasado. Él adora a Demet y sabe que estamos enamorados. Me ha escuchado pacientemente mientras volcaba todo mi malestar. Lo único que me ha dicho es que debo darle tiempo y cuidarme más. La verdad es que apenas duermo y como poco. He perdido mucho peso y no me apetece entrenar. Estoy desganado.

¿Darle tiempo? Me da miedo darle tiempo y distancia. Me aterra que conozca a otro o que encuentre en otro lo que no he sabido darle. Solo pensar que otro hombre la pueda tocar me desgarra el corazón. Es mi Demet. Es mi estrella, mi mujer.

- Can, ¿ estás bien? - me pregunta Cagin mientras apaga el motor. - Llevas todo el camino muy callado.

- Estoy bien, gracias por traernos y venir.

- Encantado de celebrar contigo esta fecha. Ya sabes que si necesitas algo, solo tienes que decirlo.

- Lo sé amigo.

Es un buen amigo. Además sabe muy bien por todo lo que estoy pasando. Llegamos a Ruby y están todos. Mi madre, Burak y Nazli, Umut, mis representantes y varios amigos más.

Es un poco incómodo que mi padre haya traído a esas amigas pero no podía negarme. Parece que es feliz con una de ellas y que se están conociendo. Me resulta incómodo por mi madre pero creo que ella ya sabe cómo son las cosas.

Cenamos tranquilos y todo el mundo parece pasarlo bien. Me hago fotos con todos y sonrío todo lo que puedo. Soplo las velas y agradezco a todos por el cariño. Hablo con los periodistas y me recuerdan que me falta el regalo más importante. Ella.

Intento contestar tranquilo y mi padre me acompaña porque sabe que estoy débil. Salimos medio airosos y sigo con los saludos y fotos.

Ya son más de las doce y no he recibido ningún mensaje de ella. Ni siquiera un WhatsApp o un simple felicidades. Conociéndola como la conozco sé que está dolida y enfadada. No creo que Demet dé el paso por acercarse a mí o por calmar los ánimos. Creo que la he perdido.

Me aparto un poco de la gente y veo que llega una notificación rara de un email a mi bandeja de entrada. Lo abro y veo algo que no esperaba. Es la confirmación de la cancelación de una reserva. En un primer momento creo que se trata de una confusión. Pero veo quien está en el remitente y veo el email personal de Demet y en copia aparece mi correo personal.

Entonces, soy consciente de todo. Había reservado una semana en una casa rural en TurkuazKöy. Le han confirmado la cancelación. Joder. No debería ser así. Miro el email varias veces mientras me escondo detrás de unas columnas. Leo el hilo del correo y veo que Demet contactó en junio con los dueños de la casa, y me muero de ternura cuando leo sus preguntas solicitando información del lugar y de la casa. Lo hizo al volver de Maldivas.

Ahora entiendo que ese correo no me lo ha reenviado por error. Es su manera de decirme que se acabó. Que ya no hay más casas rurales posibles, ni más celebraciones ni más futuro entre nosotros.

No pensé que nuestra historia acabaría y mucho menos así.

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