Capítulo 15: Búscalo

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Alelí

Los siguientes meses antes de "La Prueba" fueron...no puedo creer todo lo que pasé en esos cinco meses.

Taxus Artigas nos fue de entrenador el primer mes luego del aviso de La Corte. Y yo supuse que era una pequeña pista de lo duro que sería el entrenamiento desde entonces.

Taxus era un hombre cuarentón, alto, la mitad del cuello con cicatrices de quemaduras, ojos grises, oscuros, penetrantes, que hacían temblar hasta a Lira.

—Muy bien, Protectus, ya escucharon a Hobbes. Dos vueltas al bosque, veinte minutos de ejercicios y luego a nadar. ¡Ya! —dijo desde un extremo de la línea. Nosotros salimos, pero Taxus detuvo a Serbal.

—Excepto vos, soldadito negro, te necesitamos para otra cosa —dijo agarrándolo del hombro. Serbal tragó y asintió levemente.

—Vos, continuá, no te dije que pararas —me dijo después. Comencé a trotar insegura, hasta llegar a la línea de salida hacia el bosque y no pude mirar hacia atrás.

Llegamos al prado agitados. Lejos de nosotros los Nahuales estaban en ronda. Serbal no estaba por ningún lado.

Me acerqué intentando calmarme, ni siquiera miré a Cruz.

Un muchacho musculoso hacía flexiones con dos cajones del tamaño de un niño, aunque supuse que pesaban más que eso.

Pero eso no fue lo impresionante, al menos para mí.

Me cubrí la boca con las dos manos al ver todo su torso desnudo cubierto por cicatrices, profundas y algunas rosadas.

—Es suficiente, esto no es el circo. Terminaste, Gladiolo; descansá —ordenó Taxus.

Asintió hacia su dirección y los cajones se elevaron para luego descender a su lado.

Serbal se levantó con signos de estar apenas cansado. Movió sus hombros en círculos, entonces notó a la multitud observándolo.

—¿Y ahora que hice?—preguntó con temor.

—Dispersen, muchachos, tienen diez minutos para recuperarse —advirtió Taxus.

Y todos comenzaron a hacer estiramientos y a hidratarse. Me acerqué a él sin poder disimular mi tristeza.

Hice aparecer una cantimplora en mi mano, alguna que debió estar en alguna mesa.

—Cada vez tu magia es mejor, hermanita —me felicitó bebiendo un trago.

—Gracias —murmuré con la voz temblorosa. Luego lo abracé de improviso y lloré un poco.



Cruz

— ¿Qué pasa?—le pregunté una tarde en que ni ella y yo teníamos cosas por hacer.

El Portal (Saga Aeternum #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora