Capítulo 22: Privada de libertad

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Cruz

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Cruz

Estaba un poco decepcionado, me había encantado estar en las Islas Nessa. Aún me parecía que fue un sueño todo lo que viví ahí esos días.

El pueblo de los nesses, las Luces Fantasma, el beso de Alelí, la muerte de Atahualpa, la victoria de Aeternum.

Luego de que expulsáramos a los hefestos nos quedamos siete días más para prevenir su regreso. Pero no lo hicieron.

Presenciamos el funeral de Atahualpa. Lo que había ocurrido fue lo siguiente: todo el pueblo emigró a las montañas, Atahualpa como buen líder quedó atrás de todo y dejó que su hijo mayor guiara al pueblo, su hija menor Irasema se había encaprichado en quedarse con él y así fue, lo que Atahualpa no supo es que Aldebarán los había seguido, él y el hefesto pelearon para darle tiempo a su pueblo de refugiarse, pero entonces Aldebarán vio a la niña y en un ataque de furia le lanzó un cuchillo que Atahualpa recibió antes de que le llegara, con amenazas y advertencias Aldebarán se llevó a la niña y lo único que ella sabía del tesoro es que se ubicaba en el islote Soledad.

No pude evitar sentir mucha tristeza por el sabio viejo líder, fue una buena persona en su vida y un enamorado de su vida, tanto así que la protegió con su cuerpo.

Su esposa lloraba sobre el cuerpo envuelto en tela blanca de su marido, sollozó tres veces.

—Soy Sayén ¿y vos?, soy Sayén ¿y vos?, soy Sayén ¿y vos?—Hasta que después solo suplicaba y se alcanzaba a escuchar en sus sollozos.

—Decime tú nombre, mi amor, por favor, decime de nuevo tú nombre—

Como tradición todos los nesses eran enterrados en Soledad para convertirse en una nueva Luz Fantasma y dar esperanza al mundo.

Después de unos días difíciles en que el pueblo parecía envuelto en luto, llegaron los navíos de Aeternum. Le explicamos la situación y que desde hacía doce días los hefestos no habían vuelto y que no creíamos que iban a volver. Tratamos un nuevo respaldo de seguridad con Aukan, el nuevo líder, habría al menos dos barcos navegando cada siete días por alrededor para mantener todo controlado, pero nosotros debíamos volver por órdenes de la Corte para un reporte de lo sucedido.

Y ahí estaban nuestros caballos esperándonos en el puerto con el comandante Ilex y algunos soldados, sobre la madera vieja, rodeados de curiosos para ver a los soldados que lo nesses permitieron entrar en sus tierras.

—¿Podrías al menos ayudar con los bolsos?—dijo Melia irritada.

—Sí, claro—contesté serenamente y tomé un par de bolsos. Por suerte no me había quebrado ninguna costilla, pero tenía moretones en ellas y por todas partes.

Melia me miró sorprendida y desconfiada. Le respondí mirándola por si necesitaba algo más pero no dijo nada. Y luego simplemente quedó sorprendida. Así que simplemente bajé del barco, pensando.

El Portal (Saga Aeternum #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora