Prólogo

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La tragedia es el comienzo de toda buena historia, de ella nacen y mueren héroes. Esta tragedia comenzó en una noche estrellada, el brazo de la galaxia cruzaba el cielo. Lunaria Boiso pensó en la primera vez que lo vio, su primer beso, sonrió. Eran hermosos recuerdos. Se dio vuelta y se apoyó en el umbral del ventanal.

—Buenas noches mi valiente caballero...ya es hora de dormir —dijo Hibiscus Moreno al pequeño. Después fue a la cuna de al lado.

—Buenas noches, Lucecita, ya es hora de dormir. Te amamos —murmuró antes de besarle la frente.

Todo estaba quieto en el castillo, no se escuchó ni una pisada por los pasillos ni siquiera hubo viento que sacudiera las ramas de los árboles. 

Y de repente se oyeron pasos, muchos pasos, caminando a un ritmo sincronizado. Estaban marchando, dentro del castillo.

Apenas Lunaria sintió el leve temblor se sentó en la cama y se dirigió hacia su esposo, pero él ya estaba deslizando un enorme cajón de abajo de la cama hacia fuera, sacó dos espadas que se acomodó en la cintura del pantalón, sacó un arco con un carcaj y se las extendió a su esposa, se los acomodó en el hombro y fueron a buscar a los niños.

Ella llevó al niño de una mano, medio dormido, casi trotando, mientras que él llevó a la niña dormida en sus brazos con su rostro acomodado en el hombro.

Escucharon a sus espaldas ruidos, voces; apresuraron el paso.

Cruzaron por unas enormes puertas hacia un pasillo largo y ancho que doblaba muy a lo lejos, Hibiscus miró sobre su hombro y vio que un grupo grande de soldados vestidos con armaduras negras los estaban alcanzando, se detuvo de a poco, ella se dio cuenta tarde, lo miró con lágrimas en los ojos, se acercó a su marido, aún con el niño tomado de su mano un poco más despierto.

—Tomá a Alelí —dijo mientras la dejó en el suelo, provocando que la niña se despertara.

—Hibiscus... —dijo ella severamente.

—Lu, no hay tiempo...yo los voy detener, ustedes huyan —dijo casi a modo de súplica.

—No, no pienso dejarte solo, lucharé a tu lado —dijo determinada.

—No podés, debés cuidar de nuestros hijos, te prometo que volveremos a estar juntos, todo va estar bien —le dio un beso apasionado que duró poco, se sacó la cadenita que llevaba y desabrochó una espada, se las entregó. Lunaria con lágrimas ya deslizándose por sus mejilla recibió lo que su marido le estaba dejando, alzó a su hija en brazos, tomó la mano de su hijo y salió corriendo, dio un último vistazo hacia atrás justo cuando Hibiscus desenfundó una espada, la única arma que le quedaba, lo vio abalanzarse entre los soldados y perderse, se le encogió el corazón e instintivamente comenzó a sollozar, miró hacia su derecha y vio la mirada de su hijo que al igual que ella lloraba mucho, silenciosamente, le devolvió la mirada con miedo. Se prometió ser fuerte por aquello que amaba, lo único que le quedaba. Salió corriendo lo más deprisa que pudo, se escabulló de los pasillos que se escuchaba bullicios o pisadas.

Al cabo de un rato ya estaban llegando a una de las puertas traseras, un pequeño almacén que Gardenia le ordenó limpiar cuando era niña por haber jugado en su cocina y enchastrar todo. Estaba agitada y un poco cansada.

— ¡Ahí...hay una mujer! —escuchó lo suficientemente cerca la voz de un hombre. Tomó la espada de su cintura y se la entregó a su hijo luego le dio el collar que le perteneció a Hibiscus, le siguió su collar, idéntico al de su marido y se lo puso en el cuello de su hija, sacó una carta que tenía guardado en un bolsillo secreto de su vestido y se lo entregó.

—Cuidá a tu hermana Serbal, nunca se separen...Los amo...muchísimo — Tomó su cabeza y la besó.

—Corré —

Y él corrió de la mano de su hermana. Cuando llegaron al bosque, el niño comenzó a ir más lento para ubicarse según el mapa que su madre le transmitió con aquel beso. Pasó un rato largo, escondiéndose en los arbustos y árboles, en la sombra.

Se encontraron con eso, un árbol para ser más exactos, muy alto. Le susurró las palabras secretas y el árbol brilló, un pedazo de tronco empezó a ascender, el gigantesco árbol les habló.

¿Eres tú el primogénito de los valientes?—su voz era grave y estridente, él pequeño no tenía la más mínima idea de que estaba hablando, por suerte su madre pudo advertirle cuál era la respuesta.

—¡Sí! —gritó convencido. La luz blanca azulada del árbol comenzó a descender y eso le dio a entender que el sabio árbol le permitió utilizar. Puso a su hermana dentro y le dio la carta, al ver que su hermanita iba a llorar la tranquilizó.

—Enseguida nos vemos, el portal solo transporta a uno a la vez, Ale, tranquila todo va a estar bien... —luego de un minuto eterno su hermana comenzó a borrarse de su vista junto con sus sollozos. Llegado su turno de entrar al árbol escuchó ruido en los arbustos, se dio vuelta, temblando de miedo tomó la espada, pero era demasiado pesada para él todavía y trastabilló hacia delante, mantuvo la compostura y puso voz tensa, como hacía su padre siempre que olía el peligro.

—¿Quién anda ahí?—pero nada apareció, luego de unos segundos el niño pensó en retomar la marcha cuando un hombre apareció de entre los arbustos. Era alto y muy delgado, con largo cabello negro atado.

—Hola...Serbal...—

—¿Quién sos? ¿Cómo es que tiene conocimiento de mi nombre?—inquirió el niño.

—Ah...porque yo soy un amigo de tu madre, y ella me lo contó —dijo sonriente.

—¿En serio?—dijo el niño inocente.

—En serio, ella misma me pidió que te viniera a buscar, está preocupada por vos—

—¿En serio?—dijo el niño aún más inocente.

—En serio...¿por qué no venís conmigo? yo te voy a llevar con ella —dijo el hombre blanco como el papel, ensanchó su forzada sonrisa, su voz sonó demasiado refinada, llevaba puesta una armadura negra brillante, al niño le dio mucho miedo y dio un paso atrás. Por un segundo al hombre se le desdibujo la sonrisa aunque de inmediato la retomó.

—Vení querido, no tengas miedo, mi nombre es Zelkova, no tenés nada que temer — dijo terroríficamente extendiendo una mano, el niño menos inocente dudó, pero su inocencia volvió y le aceptó el ofrecimiento.

Mientras se alejaban el árbol fue bajando la luz de sus colores, lentamente el tronco volvió a descender luego no fue más que un simple árbol, una vez más.

Mientras se alejaban el árbol fue bajando la luz de sus colores, lentamente el tronco volvió a descender luego no fue más que un simple árbol, una vez más

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El Portal (Saga Aeternum #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora