Capítulo 4: Casa

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Alelí

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Alelí

Dentro era completamente oscuro, no podía diferenciar cuando era que parpadeaba, sabía que no estaba sola porque aún agarraba la mano de Cruz y escuchaba su respiración al igual que la mía, lo que hizo que me diera cuenta de que estaba muy silencioso también.

—Cuando yo te diga ahora, cerrás los ojos —susurró.

—¿Por qué?—pregunté tratando de sonar tranquila aunque fue imposible, mi voz al igual que todo mi cuerpo estaba rígido del miedo por lo tanto al hablar me escuché temblar.

—Soy fiel a la idea que para ver muchas veces no se necesita de la vista, más que nada cuando el objetivo es sentir. Me agrada la idea de saber que estoy en casa sin la necesidad de conocer la puerta—

Sonreí, creyendo que con tanta oscuridad él no podía verme. Empecé a sentir una brisa leve y fresca por mis mejillas.

—Ahora—murmuró.

Y le hice caso, cerré los ojos. Inhalé profundamente el aire disfrutando la reconfortante sensación y cuando exhalé intenté encontrarle una palabra adecuada. "Casa", "estoy en casa" pensé inconscientemente.

Del otro lado era notable la división invisible que impusieron. Protea y Belladona estaban a un lado y Melia y Loto estaban del otro en un silencio que nadie se atrevió a romper. Cruz tardó un rato en soltarme la mano y posicionarse de brazos cruzados al lado de Melia, yo me ubiqué entre él y Protea. Al cabo de unos segundos Alnus y Raúl aparecieron tras el portal. Apenas Alnus se unió a nosotros el portal se replegó hasta que solo quedó una línea fina y blanca hasta desaparecer.

—Aún tenemos un largo viaje al castillo...—comenzó Raúl.

—¡Arsh! Me harté, nos han usado como valija pesada desde que ustedes aparecieron. A partir de ahora no voy a mover ni un pelo hasta que me respondan dónde mierda nos trajeron, qué son ustedes porque no creo que tengan el derecho de ser un "quién"...—

—Creí haber dejado en claro que no es momento de dar explicaciones, no sé si te diste cuenta pero soldados peligrosos están detrás buscando matar a más de la mitad de nosotros acá...—dijo Cruz, retando a Belladona.

—Ah ¿ves lo frustrante que es cuando alguien hace o dice lo que se le da la gana?—dijo Melia mirándolo acusatoriamente con las manos en la cadera.

—No creo que sea momento...—pidió Loto gentilmente.

—No, dejá que hable—le pidió Cruz levantando una mano y callándolo.

—Yo sabía que esto no iba a funcionar...tuvimos que habernos ido a Salta...Tierra del fuego, volver a Aeternum fue una mala idea...—se lamentó Raúl mientras Melia enumeraba con ayuda de sus dedos todos los defectos de Cruz.

—Cuando acordamos pasar desapercibidos, todos elegimos elementos de transporte sutiles ¿pero con qué llega el señorito? ¡Con un ferrari!—gritó Melia

—Teniente Ébano, si estamos en estas circunstancias es principalmente por su culpa...—dijo Alnus mirando al frente y sin expresión.

— ¿Mi culpa?—dijo Raúl indignadamente. Protea cerró los ojos y se tapó los oídos.

—Melia, por favor...—siguió pidiendo Loto.

—Ah, no, porque eso no es todo ¿y el nombre? ¡Todos nos cambiamos el nombre! ¡Hace años que intentamos pasar desapercibidos con un nombre común como todos! ¡Pero llega el señorito y ni el apellido es diferente!—

—¡Dejá de decirme así! ¿¡Qué tenés con la palabra "señorito"!? —gritó totalmente sacado, luego se calmó pero siguió exclamando— ¡Además guarda porque el tuyo y el de Loto hacen la diferencia! —se defendió Cruz elevando las manos.

—¡Nos cambiamos el nombre!—

—Eh, muchachos ¿no que el enemigo nos está pisando los talones?—pregunté intentando calmarlos también.

De pronto escuché un ruido. Pero con tanto escándalo y melodrama no supe distinguir si era solo un animal o si fue el susurro de una conversación. Harta de tanto griterío silbé con ayuda de mis dedos.

—¿¡Se pueden callar un segundo!? No puedo escuchar—ordené. Cruz reprimió una sonrisa.

—¿Qué querés escuchar?—preguntó confundido.

Entonces todos oímos a alguien aplaudir, lentamente. Pero no éramos ninguno de nosotros. Miré sobre mi hombro, donde provenía el sonido. Un sujeto rapado, con el inicio del pelo pelirrojo y media sonrisa mientras aplaudía. De repente detrás de los árboles comenzaron a salir figuras con armaduras negras y ojos rojos.

Salvo uno que logré identificar entre el mar negro. De ojos grises como los míos, pero con una máscara negra puesta.

—Nada como una pelea familiar, más fácil de separar—dijo complacido el sujeto pelirrojo.

Acto seguido saltó hacia mí como un venado.

Acto seguido saltó hacia mí como un venado

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El Portal (Saga Aeternum #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora