El partido

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POV: Harry

Cogimos casi todo lo que habíamos comprado y nos internamos a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oía los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas que iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, y no podíamos dejar de sonreír. Caminamos por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal. Aunque sólo podía ver una parte de los inmensos muros dorados que rodeaban el campo de juego, calculo que dentro podrían haber cabido, sin apretones, diez catedrales.

- Hay asientos para cien mil personas - explicó tía Cissy, observando mi expresión de sobrecogimiento - Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen corriendo

- ¡Asientos de primera! - dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar sus entradas - ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, señor Malfoy, arriba de todo.

Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subimos con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. Seguimos subiendo hasta llegar al final de la escalera y me encontré en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Tomamos asiento con los demás en la segunda fila

- ¡Ah, ahí está Lucius! - oí que alguien decía

Ron y Hermione voltearon a ver y nos encontramos cara a cara. Ellos movieron la boca, pero no acertaron ni palabra, se limitaron a verme ahí, vestido como un Malfoy, acompañado por los Malfoy. Sirius no se había dado cuenta de ellos, él seguía viendo el estadio con nostalgia y emoción.

- ¡Ah, Fudge! - dijo el tío Lu, tendiendo la mano al llegar ante el ministro de Magia - ¿Cómo estás? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcisa, ni a nuestros hijos, Draco y Cassiopeia. Él es mi cuñado, Sirius, y su ahijado, Harry, me parece que a ellos sí los conoces

- ¿Cómo está usted? ¿Cómo estás? - saludó Fudge, sonriendo e inclinándose ante mi tia - Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más... Supongo...

Pero ya habíamos dejado de escuchar, yo me había puesto a conversar con Ron y Hermione

- ¿¡Qué haces con ellos?! - dijo Ron

- ¿No lo mencioné? - digo con cierta histeria - Vivo con ellos. Mi tío Lu, mi tía Cissy y mis primos: Draco y Cass

- ¡Ahora entiendo! La ropa era porque ahora eres uno de ellos - dijo Hermione

- ¡Lo dices como si fuera algo malo! - no debí haber dicho eso, los enojó mucho

- Harry - llamó tía Cissy

Me fui a sentar con mis tíos, sin despedirme porque me habían volteado el rostro, molestos. Mis primos me pusieron el gorro, tratando de animarme

- Ya se les pasará - dice Canuto - Mira donde estas, Harry. No dejes que te arruinen el momento.

Observé el estadio, cuyo aspecto nunca hubiera imaginado. Todo era tan genial.

- ¿Te gusta? - dijo Sirius, emocionado

- Me encanta - confesé con una sonrisa enorme

Aparté los ojos de los anuncios y me voltee para ver con quiénes compartimos la tribuna. Hasta entonces no había llegado muchos, salvo algunos magos, dos brujas y una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. La criatura, cuyas piernas eran tan cortas que apenas sobresalían del asiento, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos. Aquellas orejas largas como de murciélago me resultaron familiares...

3) Cassiopeia Malfoy y el cáliz de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora