Las apariencias engañan

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"Clap, clap, clap"

Ya es la tercera noche consecutiva que siente a alguien caminando por detrás. Pero, como el resto de noches, se gira y no ve a nadie.

Acelera el paso; los otros pasos se hacen eco de los suyos, aumentando también el ritmo.

Nerviosa, la chica decide meterse en una callejuela que aparece de pronto a su derecha, a esperar que pase quien quiera que sea que la va siguiendo. Tiene intención de descubrir la identidad de su acosador.

"Clap, clap, clap"

El sonido vuelve a repetirse, pero al tiempo que los pies de ella se detienen, cesan. Sin embargo, un enorme estruendo se escucha al final de la calle, como si alguien se hubiera dado un buen golpe contra el suelo. Y más pasos de nuevo, ésta vez con un ritmo más firme y decidido.

- Ya estás a salvo, acabo de dejar KO al hombre que te seguía.

Ante la chica aparece un hombre alto, de cabellos oscuros y mirada penetrante. Es atractivo, pero desprende un halo de misterio que produce escalofríos. No se trata de alguien en quien confiarías a primera vista.

- ¿Quién... eres?- es lo único que se le ocurre decir a ella, con voz temblorosa.

Al tiempo que habla decide asomarse a la calle principal, descubriendo así que efectivamente, hay un hombre tirado en el suelo. ¿Entonces en verdad la estaban siguiendo? ¿Pero por qué? ¿Con qué intenciones...?

- Se trata de un simple atracador. Pretendía robarte lo que quiera que lleves encima, y quizás incluso abusar de ti. Pero tranquila, ya no tienes nada que temer de él- respondió el hombre.

¡¿Qué?! ¿Pero cómo es posible...? ¿Acaba de leerle el pensamiento, o qué? La chica no sale en sí del asombro.

Un escalofrío repentino la atraviesa, y siente la necesidad de marcharse de allí. Sólo quiere regresar a su casa y darse una ducha de agua caliente, olvidarse del mal momento que estaba pasando.

- Muchas gracias... Adiós.

Al decir esto, el hombre la agarró fuertemente de los brazos, inmovilizándola. Clavó su mirada azabache en ella.

- Un momento, no he dicho que puedas marcharte...- su dulce y melodiosa voz se tornó amenazante.

- Pero... pero... ¡usted dijo que ya no tenía nada que temer! ¡Quiero irme a casa! ¡Déjeme en paz!- la chica trató inútilmente de soltarse. Es más, al revolverse de ese modo, lo único que consiguió es que el hombre se acercara más a ella y rodeara su cuerpo con sus brazos, haciendo aún más imposible su escape.

- Dije que ya estaba a salvo de él, simplemente...- murmuró.

Entonces ella lo vió. El brillo maléfico de sus ojos, la chispa de oscuridad y maldad que desprendían... La mirada de deseo concentrada en su cuello. Sin darla tiempo a reaccionar, el hombre clavó sus colmillos en su piel, y sorbió con fruición para saciar su apetito.

A la mañana siguiente, la policía encontró dos cuerpos tirados en mitad de la calle; un hombre con el cuello roto y una expresión de terror reflejada en el rostro, y una mujer tumbada casi con normalidad, como si en vez de estar hecho de cemento, el suelo fuera una cama cómoda, puesto que su expresión también reflejaba tranquilidad. Lo único que los cadáveres tenían en común era que a ambos les habían quitado hasta la última gota de sangre.

No te fíes de las apariencias, el lobo puede esconderse bajo una piel de cordero. Hay quien, por interés propio, te ayuda, pero puede que luego esa "gran ayuda" se vuelva en tu contra... No te fíes de los desconocidos. Recuerda el refrán: más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer.

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