Adiós...

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Con un grito de angustia, se despertó. ¡Menos mal, sólo había sido una pesadilla! Notó que tenía las sábanas pegadas al cuerpo, estaba cubierta de sudor; le pasaba siempre que tenía un sueño tan inquieto como el de ahora.

- Tranquila, mi niña, tranquila...- dijo alguien sentado al final de la cama.

Era una voz dulce, suave y melosa, aunque sonaba casi en un susurro. Enfocó bien la mirada para descubrir de quién procedía, porque lo cierto es que le resultaba muy conocida. Además, el perfume floral que invadía la habitación también le era muy, pero que muy familiar.

Tras unos segundos de observación y asimilación, la reconoció.

- ¡Abuela!- exclamó con alegría-. ¿Qué haces aquí?

La anciana se levantó con lentitud, y se acercó hasta ella. La acarició el rostro con amor, y la sonrió con ternura.

- Estabas teniendo una pesadilla, mi niña. Vine para protegerte, para que te sintieras segura. Ahora podrás seguir durmiendo tranquila- dijo, al tiempo que la disuadía a meterse de nuevo entre las ya algo menos empapadas sábanas.

- Pero... pensé que aún estabas en la residencia, no sabía que habías venido ésta noche a casa...- continuó diciendo la niña, algo extrañada, aunque encantada con la presencia de su abuela.

Ésta no respondió a esas palabras, las ignoró por completo. A cambio, la arropó y comenzó a cantarla una nana, exactamente igual a lo que hacía cuando la niña era tan solo un bebé. Al rato, la niña empezó a quedarse adormilada, y ella la besó en la frente.

- Buenas noches, cielo... Adiós. Te quiero.

A la mañana siguiente, la niña despertó feliz, descansada y relajada. El aroma floral del perfume de su abuela aún flotaba en la habitación, hecho que la sacó una sonrisa. Salió alegremente de su cuarto y se dirigió a la cocina a desayunar, como todos los días.

Una vez allí, vio que su madre tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese estado llorando.

- ¿Qué te pasa, mamá?- preguntó algo inquieta.

La mujer la miró seriamente.

- Tengo una cosa importante que decirte, María...

- ¿Qué ha pasado?- la niña se asustó al escuchar el tono de voz tan afectado de su madre. Seguro que eran malas noticias...

Antes de decir nada, la mujer dio un sorbo largo a su café, y suspiró, tratando de calmarse.

- Han llamado hace un rato de la residencia... Tu abuela ha amanecido muerta... Murió anoche en su cama, mientras dormía...

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