Alas de fuego

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Alza la mirada al horizonte, y cierra los ojos; pretende disfrutar de cada segundo de ese maravilloso silencio atemporal que se produce entre la noche y las primeras luces del alba, cuando la luna saluda al sol, despidiéndose de las estrellas hasta el día siguiente.

A él también le tocará despedirse. No debe dejar que los rayos del astro rey toquen su piel, o desaparecerá del universo. ¿Quién dijo que la eternidad era un gran don, una maravilla? Desde el primer momento se arrepintió. Es un gran precio no poder ver el día, el amanecer, los colores claros de un soleado día de primavera.

Tras más de mil años de angustiosa espera, sabe que se acerca el final. Hoy mismo, mañana, en unas semanas... ¿quién sabe? De todos modos, nadie notará su ausencia. Hace siglos que dejó atrás a las personas que más le importaban, hace años que desaparecieron los últimos restos de sus mujeres amadas. Todos sus seres queridos se fueron, no volvió a tener más.

Total, ¿para qué? No se siente capaz de condenar a nadie más con su condición inmortal, es un castigo demasiado grande, un precio muy alto a pagar.

La brisa fresca le acaricia el rostro, instándole a que regrese de nuevo a su refugio. Las delicadas gotas del rocío que comienzan a aparecer por encima de la vegetación le reclaman que vuelva a la oscuridad.

"Sólo un poco más, sólo un rayo. Por un rayo de sol no sucederá nada...", piensa con amargura. ¡Hace tanto que lo desea...! ¿Por qué no ahora?

Entonces, un hermoso destello anaranjado sale de entre las sombras de la noche, golpeándole directamente en la cara. Una intensa y deliciosa sensación cálida invade su ser. Primero es placer, luego dolor; ese calor se intensifica, quema. Ya no hay un rayo, ya son dos. Luego tres, cuatro... y sale el sol. Las estrellas se apagan, el nuevo día comienza...

Él permanece en el sitio, estático, disfrutando de ese momento doloroso. La piel se torna negruzca, y unas llamas comienzan a brotar de sus manos, de sus dedos, de su cuerpo. Sabe que es el comienzo del fin, sabe que no hay marcha atrás.

Suspira profundamente y extiende los brazos, que empiezan a arder. Con decisión avanza un paso, dos, tres... y levanta el vuelo, con sus las de fuego. Así, transformándose en cenizas, alcanzando el cielo, hace realidad sus más anhelados sueños.

Por fin descansará en paz, por fin se reunirá con sus seres queridos. Todo en un instante, todo en un momento, gracias a que el amanecer le permite tocar el sol con sus alas de fuego.

Relatos Cortos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora