¡Vamos a sacar la basura...!

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- ¡Empieza ya a preparar las cosas, mujer! ¡Que ésta noche tenemos invitados! Eres demasiado lenta... No sé cómo después de tantos años sigues siendo tan inútil...

Ella lanzó a Dave una mirada de asco. Sí, realmente eso era lo que sentía por su marido hoy en día: ASCO, con mayúsculas. Estaba harta de que la insultara, de que la menospreciara... y sobre todo, de que la golpeara. No, eso se iba a acabar.

De hecho, pensaba poner fin a la situación esa misma noche, delante de todos sus amigos. Iba a dejar claro a todo el mundo la clase de hombre que era Dave, y se iba a largar.

- ¿Sigues ahí parada todavía, mujer? ¡Encima hay que sacar la basura, la bolsa está casi llena!- Dave siguió dando órdenes desde el sofá, aprovechando que el programa que estaba viendo estaba en descanso.

Como su mujer no respondió absolutamente nada, decidió dejarla las cosas claras. Se levantó y se dirigió hasta donde estaba ella, en la puerta de la cocina, observándole.

- ¡Te he dicho que empieces a hacer cosas, puta vaga!- sus palabras vinieron acompañadas de un bofetón.

El impacto en la mejilla hizo que Marian reaccionara; tenía demasiada furia retenida dentro. Sacó fuerzas de lo más profundo de su interior, y le respondió con un gran empujón. Él retrocedió unos cuantos pasos, con tan mala suerte, que perdió el equilibrio y cayó de espaldas, golpeándose en la cabeza.

Se quedó tendido en el suelo cual largo era. De debajo de su cabeza comenzó a salir sangre. Pero Marian estaba fuera de sí, no era capaz de controlarse.

- ¡Encima de golpearme, manchas la alfombra y el parqué!- exclamó. Y llevada por otro impulso, cogió el primer objeto que pilló y le respondió con la misma medicina: un bofetón en la cara.

En teoría no tenía por qué haber sucedido nada... de no ser porque el objeto usado era una figura de metal, que al impactar contra la cara de Dave, hizo que ésta estallara, literalmente. Su rostro había quedado completamente irreconocible; el hermoso y presumido Dave acababa de quedar como un horrendo cadáver ensangrentado y deforme.

"¿Y ahora qué hago yo?", se dijo Marian, cuando fue realmente consciente de lo que había hecho.

El móvil sonó a sus espaldas. Un nuevo mensaje de sus amigos, que la indicaban que llegarían en unas dos horas.

"¡Estupendo! ¡El cabrón este me va a dar problemas incluso muerto!"

Tenía que deshacerse del cadáver, tenía que hacer la cena, tenía que... ¡Un momento! ¡Pues claro!

- Cariño mío, por una vez en tu vida, vas a servirme para otra cosa más a parte de para follar- murmuró la mujer, y con decisión, se puso a la tarea.

Debía cortar el cuerpo en trozos, deshacerse de las partes que no la sirvieran, y con eso, hacer un delicioso guiso para la noche. Ni corta ni perezosa, cogió el cuchillo de carnicero que tenía en la cocina, y comenzó a trocear a su marido; crujido de sus huesos al partirse era como música celestial para Marian, la sangre por todos lados, la sangre de su marido, la producía una sensación de placer casi orgásmica. ¡Por fin se estaba vengando!

Por suerte, la gente se retrasó. Tardaron casi tres horas, por lo que tuvo tiempo de sobra de limpiar el suelo, trocear a Dave, triturar en la licuadora lo que no le servía de él y tirarlo por la taza del váter, quemar la alfombra y sus ropas manchadas de sangre en la chimenea (suerte que es invierno, así no se levantan sospechas) y ponerse a cocinar.

A la hora de cenar, todo el mundo echó en falta a Dave, como era de esperar. Mientras cenaban, Marian les dio una plausible explicación para no alarmarlos.

- Tranquilos, tuvo que irse de viaje de repente. Cosas de trabajo, ya sabéis... Supongo que volverá en unos días.

- Hombre, si no podíais quedar... Deberíais habernos avisado. No queremos molestar...- dijo Marcos, uno de los mejores amigos de Dave.

- ¡Si no es molestia! Te aseguro que a Dave no le ha importado. Es más, creo que todos nosotros podemos sentirle muy de cerca aquí en nuestra casa, ¿o no?- Marian sonrió al decir estas palabras.

Todos asintieron, y continuaron comiendo.

- Este guiso está delicioso- dijo Elsa, otra buenísima amiga de Dave.

- ¡Y que lo digas!- corearon todos los demás.

- Pues la idea me la dio Dave... Gracias a él, podéis estar degustando este manjar. Digamos que... es como si estuvierais comiendo una parte de él- respondió Marian.

Todos los allí presentes rieron la gracia con grandes carcajadas, y la velada continuó con tranquilidad y muchas más risas.

Cuando se hubieron marchado todos, Marian recogió los restos de comida que habían quedado. Empujó al fondo de la basura un par de huesos bien rebañados que había en uno de los platos, y cerró la bolsa.

Con calma, la tiró en el contenedor y regresó a casa. Se quedó mirando por la ventana hasta que vio cómo el camión de la basura volcaba el contenido del contenedor en su interior.

- Ahora sí que he sacado realmente la basura... Hasta nunca, cariño...

Relatos Cortos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora