Hasta el final

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- ¡Bienvenidos al "Inframundo tour"! Procuren no salirse del camino, no nos hacemos responsables de lo que pueda sucederles si no obedecen las normas. Recuerden que aquí sólo están para conocer el lugar; a algunos de ustedes incluso se les permitirá que guarden una plaza en la zona que más deseen.

El guía abrió la puerta que daría comienzo al evento, haciendo avanzar al grupo por un pasillo luminoso y muy, muy estrecho.

- Este es el famoso túnel que todo el mundo dice ver cuando está a punto de morir- continuó informando el guía-. A su derecha, pueden ver las entradas que llevan hasta las salas blancas; a su izquierda, tienen las entradas que dirigen hacia las salas rojas... no se las recomiendo para nada, pertenecen al Infierno.

Durante la siguiente media hora, los visitantes estuvieron recibiendo información sobre todos y cada uno de los lugares que se escondían tras las salas blancas. Prometían ser lugares muy apacibles donde descansar en paz. Sin embargo, de las "zonas rojas" no se dijo nada.

- Disculpe, señor...

- Menoetes.

- ... señor Menoetes. ¿Por qué no nos habla sobre el Infierno?

Esas palabras inoportunas incomodaron al guía, quien no se molestó en disimularlo. Se acercó hasta el chico insolente, lanzándole una escrutadora mirada de arriba a abajo.

- ¿Y para qué querría alguien saber algo sobre ese horrible lugar, joven?- increpó.

- No sé... ¿Tal vez por curiosidad?- respondió el chico con voz titubeante.

Una risotada metálica se escapó de la garganta del guía.

- A usted no le hace falta averiguarlo. Ya lo está viviendo. Tiene una larga condena... Ándese con mucho cuidado- dicho esto, le propinó un terrible empujón.

El chico sintió que caía, y caía, y caía... y de pronto despertó. ¡¿Qué?! ¡¿Todo había sido un sueño?! Al abrir los ojos, el peso de la realidad cayó una vez más sobre sus hombros. La pena, la tristeza, la frustración... ¿por qué tenía que soportar todo eso? ¿Por qué no podía llevar una vida normal, como cualquier otro?

Los golpes y los gritos, los malos tratos, eran su pan de cada día. Ahora entendía el significado del sueño. "Tiene una larga condena..."; su subconsciente había dejado claro a su parte consciente cómo eran las cosas, cuál era su situación.

Pasaron los meses, los años, y la cosa iba a peor. El sentimiento de tristeza, la depresión y la angustia sólo iban a más.

Un día que se encontraba muy saturado, que ya no podía más, se encontró frente al espejo del baño de su casa, observando cómo las lágrimas resbalaban una vez más por sus mejillas. Se dio cuenta de que sostenía una cuchilla de afeitar entre sus manos, y una idea fugaz cruzó por su mente...

Una idea fugaz, pero que le pareció muy efectiva. ¿Y si hacía que todo acabara? Aproximó el objeto afilado a su muñeca izquierda, y presionó. Un dolor punzante recorrió su brazo, pero esa sensación en seguida fue sustituida por otra de alivio, en cuanto vio cómo un brillante líquido rojo salía de la herida, imparable.

Sintió que su cuerpo se debilitaba poco a poco. Cuanta más sangre salía, más vida se le escapaba. Pero no sentía dolor... Se encontraba cada vez mejor. Y cerró los ojos.

- Le dije que se anduviera con cuidado.

- ¿Menoetes? ¿Qué haces aquí? ¿Estoy muerto?- casi había un deje de esperanza en la voz del chico al pronunciar esas palabras.

- Me temo que sí.

- ¿Entonces podré ir por fin a alguna de esas maravillosas salas blancas?

El que fue su guía del Inframundo hace años negó con gesto muy serio.

- Se equivoca, querido amigo. Le advertí. Le dije que tuviera cuidado, mucho cuidado... El suicidio es un pecado que se paga con el Infierno... No me queda más remedio que llevarle a una de las salas rojas.

Un escalofrío recorrió al chico, quien no pudo evitar ser arrastrado hasta la zona roja. Menoetes rebuscó un buen rato entre la multitud de llaves que portaba, tratando de encontrar la que le correspondía al muchacho. Finalmente, la encontró.

- Vamos, pasa- le introdujo en la sala con un brusco empujón.

El chico quedó petrificado al encontrarse cara a cara con toda su familia de nuevo, el foco de su eterna tortura cuando estuvo en vida.

- Lo lamento, joven... Pero ésta será tu tortura hasta el final de los tiempos...

Relatos Cortos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora