Última parada

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- Buenos días. Bienvenidos al tren de la vida. Tomen los asientos indicados en sus billetes, por favor- una joven y simpática azafata va indicando a los viajeros dónde debe situarse cada uno, siempre regalándoles una sonrisa.

Tommy, un chiquillo de seis añitos, decide ponerse junto a su madre, por supuesto. Sin embargo, le indican que se sitúe mucho más adelante. Descubre que no hay más niños en donde le han dicho, y se rebela.

- ¡No me gusta éste sitio! ¡Quiero ir con mi mamá, o en donde estén los otros niños! ¡No tengo a nadie con quien jugar!- dice, frunciendo el ceño y poniendo morritos.

Por su parte, María, la madre de Tommy, intenta por todos los medios posibles evitar el revuelo de su hijo, acercándose hasta él.

- ¿No entienden que es todavía demasiado pequeño? No pueden separarme de él así como así- argumenta.

Una de las azafatas se la lleva a un lado. Habla con ella en un tono calmado pero carente de sentimientos. Las palabras que dice son tan frías como su voz.

- Si se acerca hasta su hijo y se sienta con él, estará perdiendo muchos años de su vida, señora.

- ¿Có... cómo dice?- tartamudea María, sin entender bien lo que acaba de escuchar.

- Si se acerca hasta su hijo y se sienta con él, estará perdiendo muchos años de su vida, señora- repite la azafata con voz monótona, como un robot.

Un escalofrío recorre la espalda de María; el miedo no tarda en apoderarse de su ser. ¿Acaso está diciéndole la mujer que su hijo debe morir demasiado joven? ¿Acaso le están pidiendo que debe renunciar a estar con su hijo? ¿Que si decide quedarse con él, ambos morirán prematuramente?

- El tren va a arrancar, señora. Tome asiento en su sitio asignado- la azafata ahora la arrastra hasta su butaca, y la obliga a ponerse el cinturón.

Unos cuantos asientos más adelante, otra azafata fuerza a su pequeño Tommy a ponerse el cinturón de seguridad. Cuando por fin lo consigue, el niño se queda completamente quieto, como si algo o alguien lo hubiera paralizado en el sitio.

- Señores pasajeros, el tren comienza su viaje- anuncia una voz tras los altavoces, mientras el vehículo arranca motores.

El trayecto comienza. Los pasajeros van bajándose. María observa que las paradas tienen unos nombres muy curiosos: "mis sueños", "mi futuro", "camino a la universidad", "un nuevo trabajo",...

A ella la obligan a bajarse en la parada llamada "nueva vida". Como era de esperar, su hijo no está destinado allí.

- ¿Dónde podré recogerle?- pregunta ella inocentemente a la azafata que le desea que tenga una bonita estancia en su nuevo hogar.

Ésta se la queda mirando con extrañeza.

- ¿Acaso no lo sabe?- pregunta.

- ¿Saber el qué?- responde María.

- Su pequeño Tommy bajará en la última parada...

- Pues dígame dónde está, que iré a buscarle. No quiero que esté solo.

La azafata niega con la cabeza y cierra la puerta.

- No puede, lo siento- dice, mientras el tren vuelve a ponerse en marcha.

- ¿Pero por qué?- grita María, observando cómo la máquina se va alejando poco a poco a gran velocidad a través de los raíles.

- Porque la última parada es el cielo...- puede oír que dice la azafata antes de que su voz y todo el conjunto motorizado se perdiesen en el horizonte...

Relatos Cortos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora