Danza macabra

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Javier no podía apartar los ojos de ese cuerpo. Aquel cabello tan negro, tan hermoso y brillante; ésa piel tan tersa y suave... incluso sus labios ya amoratados aún conservaban un aspecto perfectamente besable.

Era consciente del estado del cadáver, al fin y al cabo, su trabajo era el de arreglar a los muertos, y esto era otro de sus encargos, pero... le costaba tanto apartar la mirada...

De repente, los ojos de la muchacha muerta se abrieron de golpe. Dos preciosas pupilas del color de la esmeralda iluminaron la estancia. Con la mirada perdida, alzó uno de sus brazos, y luego el otro; se quedó observándolos con curiosidad, como si estuviera procesando lo que eran, o como si estuviera pensando qué podría hacer con ellos.

Los apoyó sobre el ataúd. Haciendo fuerza e impulsándose lenta y torpemente con ellos, consiguió sentarse. Javier no daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía ser posible...? ¡Estaba muerta! ¡Acababa de maquillar y vestir a ese cuerpo sin vida...!

Ella giró el cuello, y fijó su mirada en él. Sonrió con gratitud. Tras esto, ya con plena capacidad motora, salió de la caja de madera en la que había estado tumbada, inerte. Acompañando a sus gestos, una música comenzó a sonar.

Parecía salir del suelo; desde luego, no provenía de ningún sitio de aquella sala, puesto que no había aparato reproductor ni nada que pudiera hacer posible que hubiera música. Además, ésta era muy melancólica y triste... una melodía demasiado fantasmagórica para resultar humana.

Entonces, la muchacha empezó a moverse al ritmo de la canción. Movimientos hermosos, rítmicos, envolventes... Era una preciosa bailarina cadáver. Su atuendo negro no era un impedimento. Es más, la tela del vestido hacía que el efecto de su baile fuera más disuasorio aún.

Embelesado ante tan extraña y bella escena, Javier apenas se dio cuenta de que ella se acercaba hasta él poco a poco. Cuando fue consciente, la muchacha ya estaba a su altura. Sus labios ahora tenían un tono jugosamente rojizo... sintió un incontrolable deseo de probarlos.

- Eso es, mi amor... Bésame...- dijo ella con una voz suave pero profunda, venida del más allá.

Sus labios se rozaron... y Javier de repente se despertó. Pegó un bote del sobresalto. ¿En serio? ¿Se había quedado dormido mientras trabajaba? Pues sí. La hermosa muchacha de su sueño, la bailarina cadáver, seguía inmóvil en su ataúd. Cabello negro, piel pálida, labios amoratados...

Pero un momento, ¿qué era eso? Sobre el pecho de la muchacha había una flor negra que antes no estaba, y una nota...

"Gracias por el beso, mi amor"

Javier se quedó estupefacto. Entonces... ¿lo de antes había sido un sueño, o había sucedido realmente...?

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