Infierno en el paraíso

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Al abrir los ojos y encontrarse frente a ella, no pudo evitar una sonrisa. Su rostro dormido le pareció la imagen más bella que había visto nunca, mucho más incluso que cuando la veía despierta, quedando inundado por su cantarina sonrisa y su preciosa mirada color aguamarina.

La notó un poco fría, así que la cubrió del todo con la manta. No quería despertarla, aún no, prefería quedarse un rato más observándola en silencio, recordando la magia que ambos habían vivido la noche anterior.

Sus labios besándose con pasión, sus cuerpos moviéndose al ritmo de una canción que sólo ellos dos escuchaban, porque era sólo de y para ellos... Los gritos y gemidos de placer tímidos que salían de la garganta de su amada, reprimidos con pudor cuando su conciencia la alertaba de que estaba elevando el tono... ¡Qué felicidad!

"¡Bip, bip, bip!", sonó la alarma del despertador.

- ¡Mierda!- exclamó el chico, lanzándose hacia el ruidoso aparato para silenciarlo.

No, aún no podía ser la hora. ¿Por qué el tiempo había pasado tan rápido...?

Como ella no se había inmutado, él decidió no molestarla. Se levantaría, prepararía el desayuno, y ya luego entonces se obligaría a sí mismo a romper la burbuja de fantasía en la que se habían sumergido.

Salió de la cama con cuidado, y se dirigió al baño. Vio un botecito de plástico vacío al lado del lavabo. Sin saber por qué, un escalofrío le recorrió el cuerpo; se acercó a averiguar lo que era, o más bien, lo que había contenido. Con sorpresa, leyó en el prospecto que se trataba de un fuerte somnífero.

"¿Pero cómo es posible? ¿Cuándo...?"

Dejó sus pensamientos a medias, ya que su mente en seguida se centró en otra cosa. El cuerpo de su amada lo había notado frío. Demasiado frío, ahora que caía en la cuenta. Al principio había pensado que era por estar algo desarropada, pero...

"No, por favor"- se dijo, corriendo hacia la cama. Una vez allí, se abalanzó sobre la muchacha.

- ¡Sheila, Sheila! ¡Despierta!- decía al tiempo que la agitaba casi con violencia.

Pero todo esfuerzo era inútil, ella no respondía. Su cuerpo estaba frío, inerte. Era un hermoso cascarón vacío de vida.

- ¿Pero por qué? ¿Por qué?- no pudo evitar exclamar el chico, roto por el dolor.

A modo de respuesta, una hoja de papel cayó a su lado. Con ansiedad, la cogió entre sus manos y la leyó.

"Gracias por todo el tiempo que me has dedicado. Prefiero dejarlo aquí, en la cumbre de la felicidad, antes que precipitarme al vacío de la tristeza. Te quiero"

Antes de llegar al final de la nota, sintió que su alma se partía en dos, y que las lágrimas inundaban sus ojos. ¡Qué fácil y rápido cambian las cosas! Eres la persona más feliz del universo, y al segundo siguiente, la más desgraciada...

Él pensaba que se encontraba en el paraíso, y sin embargo, aquella noche lo único que había hecho era abrirse las puertas del infierno... 

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