Ángel Caído

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- ¿Por qué creaste el dolor, Señor?

- Lucifer, eso no es de tu incumbencia. ¿Acaso ves que exista ese concepto aquí, en el Cielo?

- Claro que no, Señor. Por eso pregunto. No entiendo que usted permita que una cosa tan horrible como el sufrimiento florezca en el corazón de las personas.

- Sufrimiento y dolor no son la misma cosa, Lucifer. El dolor puede venir por algo bonito también... Bueno, lo mismo que el sufrimiento. El corazón de los humanos es complejo, mi querido ángel. No intentes comprenderlo.

- Pero yo quiero entenderlo, Señor. Por eso hago preguntas. ¿Por qué permite que se maten? ¿Por qué permite que su alma se vuelva negra e impura? ¿Por qué no crear seres similares a nosotros? La Tierra sería una especie de Cielo, y todos seríamos felices...

- ¿Qué todos seríamos felices, Lucifer? ¿Estás seguro? ¿Estarías tú feliz en un mundo donde todo fuese igual, sin diversas opiniones, todo del mismo color? Es mejor dejar a cada uno que elija su camino. Y no hagas más preguntas, no hace falta que cargues tu mente con conocimientos tan incomprensibles como pesados.

- No quiero un mundo igual y monótono, Señor; eso lo tengo claro. Pero siendo como es usted un ser de luz... ¿por qué siente tanta admiración por la oscuridad? Le gusta observar a las personas cómo sufren, cómo lo pasan mal; y que luego se arrodillen y le recen y le supliquen. Entonces usted extiende la mano, Señor, y les ofrece la solución. Lo único que consigue con esos actos es aumentar su propio ego, mi Señor; o al menos, eso es lo que pienso.

- ¿Qué insinúas, Lucifer? ¿Acaso me estás acusando de egoísta, cruel y egocéntrico?

- No exactamente, pero...

- Como continúes por esos derroteros, me veré obligado a castigarte.

- Sólo quiero entender, Señor. Yo... Simplemente digo que su actitud no me parece la más correcta. Disfrutar con el mal que emerge en los seres de tu creación, sin un lugar en el que buscar consuelo salvo cuando acuden a tu presencia...

- ¡Basta! ¡Esto es demasiado, Lucifer! ¡Lo siento, pero ya te advertí!

Sin dejar lugar a que el hermoso ángel Lucifer pudiera replicar, Dios le señaló con una mano acusadora, y una llamarada dorada brotó de sus dedos, apuntando directamente a sus alas blancas, que comenzaron a arder con efusividad.

Primero fueron las alas, luego el torso, luego el rostro y el cabello.

- ¡Me muero, Señor! ¡Sálveme, por favor!- suplicó Lucifer entre lágrimas; por fin estaba experimentando parte del dolor reservado a los humanos.

- Sólo hay una forma de salvarte, mi querido Lucifer... Ya no puedes habitar en mi reino. El Cielo te acaba de cerrar sus puertas. Te enviaré a vivir con los humanos. ¿No te quejabas de que no tenían a nadie en quien apoyarse cuando tenían problemas? Te ofrezco esa posibilidad. Pero dado tu aspecto chamuscado y diabólico, no creo que quieran escucharte...

Tras decir esto, de un empujón le envió a la Tierra, convirtiéndolo en el primero Ángel Caído.

- Mi Señor, ¿no crees que ha sido demasiado duro?

- Guarda silencio, Gabriel, y obedece. ¿O acaso quieres seguir sus pasos?

El ángel retrocedió un par de pasos y cerró la boca, al igual que el resto de compañeros que allí se encontraban. Miguel, Rafael, Uriel, Raguel... todos se quedaron cabizbajos, sin atreverse a enfrentarse a la injusticia que acababan de presenciar.

Porque Dios será eterno, Dios será sabio... pero también se equivoca. El problema es que todos tienen miedo de reconocerlo, precisamente por temor a recibir un castigo...

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