Corría sin saber por que lo hacía. Hacia frío, el vaho salía de mi boca, formando una nube delante de mis ojos caramelos. El bosque nevado cada vez me parecía más bello. Árboles con ramas peladas, resplandecían como nunca cuando un diminuto e insignificante rayo de luz tocaba la fría nieve. El rocío de la mañana, parecía una piedra preciosa, un diamante tal vez. Pero, ¿por qué razón tendría que correr en un lugar así? Mi gran pregunta es, ¿por qué lo hago? Paro para recuperar el aliento. Mis pulsaciones vuelven a su ritmo normal. Música para mis sensibles oídos. Me siento en una piedra intentando descansar, intentando admirar ese paisaje que...empieza a arder. Los preciosos árboles, cubiertos de nieve, cambian de su color blanquecino a un color marrón mientras arden, desde su parte inferior hasta la parte más altas de sus copas. Los rayos de sol desaparecen y el cielo se vuelve gris. Una nube de cenizas empieza a formarse. Me pongo en pie, y miro hacia mi derecha, el fuego se acerca. En mi mente aparece una palabra: corre. De nuevo corro, escapando del calor que cada vez se acerca más a mí. El corazón se me va a salir del pecho. Mis piernas no aguantan más, fallan. Al segundo, mi cuerpo se encuentra en el suelo sin capaz de realizar un simple movimiento. Y mi mente tarambana como un niño pequeño cuando descubre lo increíble que es el mundo por primera vez . Las llamas se acercan y no puedo conseguir levantarme. Todo esta perdido. Adiós a mi existencia. Cierro los ojos.
Pego un brinco en mi cama y me incorporo, todo ha sido un sueño. Mejor dicho, una horrible y extraña pesadilla.
Miro por mi ventana y el jardín delantero está nevado. Miro el reloj de mi mesita de noche, las nueve. Me siento al borde de mi cama para ponerme las zapatillas. Salgo por la puerta de mi habitación y avanzo por el pasillo. Huele a tostada, eso significa que mi madre está despierta. Entro en el cuarto de baño y abro el grifo para lavarme la cara.
Me acercó a la cocina y allí está mi madre, con su moño desaliñado, las botas marrones que utiliza para ir a coger setas y la cazadora de cuero de uno de los mejores cazadores que ha habido en el mundo, mi abuelo. La miro: tan sencilla, tan natural, tan ella, tan mi madre. Perfecta, sin duda alguna. Recuerdo aquel día, cuando me recogió del colegio. Las lágrimas no dejaban de caer por sus mejillas. Me pare en seco, le tiré de la blusa para que se agachara. Vi en sus ojos tristeza y miedo. Metí mi mano en el bolsillo de mis pantalones y saque el pañuelo bordado con mi nombre-Kathering-, en letras de colores y se lo di. Sonrió y se limpio con él. Puedo afirmar que ese día no era ella, esa no era su forma de ser. Nunca me he atrevido a preguntarle porque lloró así durante días, por miedo a que dejará de ser ella de nuevo. Me siento en la mesa de la cocina y veo que mi madre me mira de forma extraña. Sus labios se mueven.
-Tenemos visita-dice de una manera muy brusca.
Me doy la vuelta y miro hacia el salón. Mi corazón se para y noto como que mi cuerpo pierde fuerzas. Mis mejillas arden. Trago saliva. No puedo, necesito salir de aquí. Está de espaldas a mí, sentado en el sofá, mirando la tele como si estuviera encendida. Se levanta y se gira. Sus ojos azules se clavan en los míos. Me agarro a la silla como si estuviera en una diminuta isla, rodeada de un mar lleno de tiburones e intentará no caer al agua. Quiero apartar la mirada pero me es imposible. Noto algo en el aire, presión. Sé que mi madre me esta mirando para intentar captar mi atención y decirme que sea educada, pero ahora mismo, mi educación es lo que menos me preocupa. Él está aquí. Se está acercando a mí. Es él, no me cabe la más mínima duda. Nunca olvidaría esa mirada.
Está aquí, es Tobias.
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La Elegida
Science FictionDos palabras que ahora le dan nombre: La Elegida. Una realidad que se convirtió en mentira: Su vida. Un nombre que puede condenarla: Catherine Slyon. Soy Catherine Slyon, vivía en Regiwick antes de que la realidad saliera a la luz, antes de salir de...