Preguntó el menor, pellizcando su propio suéter. Chris, después de echarle un vistazo rápido, contestó.
–¿Rojo, quizás?—Preguntó, alzando la mirada hasta encontrarse con la del pecoso.— No lo sé, es muy...
–No, no te preocupes, Christopher. Es algo así como... rosa... no sé.
Y el más pequeño rió, haciendo que el mayor también se uniese al instante.
Y así habían sido esos días. Desde de Lix sabía de la condición del rubio, todos los días se sentaban juntos, y luego el pecoso le preguntaba algún color. ¿Y por qué? Porque Felix tenía la confianza de poder ayudar al mayor a ver los colores, pero, Lix, cielo.
Eso no tiene cura.
Las veces que el mayor fue a probar tratamientos desde los nueve años eran incontables. Tantos que a veces, no salía como se esperaban y terminaba sin visión completa uno o dos días, en los que debía quedarse encerrado en casa.
Sí, la vida de Chris es complicada.
–¿Y cómo crees que es mi tono de piel?
Y Chris pensó, pero pensó más en el sonrojo de un tono gris que se presentaba en sus mejillas de vez en cuando. Pero, el sonrojo era bastante claro, así que, por lo que había visto, debería tener una tez parecida a la de él mismo.
–Pues, tendría que ser parecida a la mía, ¿no cr-
Pero el pecoso lo cortó, riéndose.
–¡No, no! ¿Cómo voy a ser así? ¡Tú pareces un muñeco de nieve! —Llevó una mano al rostro del mayor, como si fuera a consolarlo. Cuando se calmó, siguió, entre risas.— Bueno, puede que sea así con maquillaje, pero en realidad creo que soy de los más morenos de aquí.
Y lo abrazó, sonriendo. No sabía por qué, pero lo hizo.
Se sentía cómodo en los brazos de Christopher.
Rosa, dulce.
–Channie.
–Dime.
–¿Tú cómo ves el arcoíris?
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