Dioses Heridos.

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Poesía Oscura De Media Noche.
"Texto explícito"

{}Lírico{}

¿Donde esta lo prohibido en el placer?
¡Te puedo dar un beso al anochecer!
Pero no te vayas, espera, acompáñame,
veamos juntos este hermoso amanecer
y desnúdate, el Sol no impide que te ame.

La imaginación no tiene límites, tampoco
tu belleza, tampoco la atracción solemne,
lo que siente al verte, es mucho y es tan poco,
es fatal para mis ojos, pero salgo indemne.
"Eres vital para mi ser cuando te evoco"

Inspiración que no descansa, que se levanta,
vibración que se acelera en mi entrepierna
y que se amansa el la humedad de tu garganta
para después rociar el valle de tu carita tierna.
Hermoso adonis, en el balcón de una taberna.

Yo pago por mancillarte, si estas dispuesto,
el solo hecho de sonreírme no tiene precio.
Eres un sueño, dulce Demonio, Ángel apuesto,
y yo soy nada, total lujuria, peste y desprecio,
pero contigo mi lado humano, está expuesto;

Y soy río lácteo entre tus mulos, fuente
de fuego que manipulas con tus palabras,
sangre modesta que desemboca en el afluente
de tus mejillas. De tus retinas: lunas macabras.
"Tu aroma a sexo ronda en mi ambiente"

No estás a mi lado en este instante
y el aire extraño, te extraña, y yo te extraño,
y soplo helado para aturdir al caminante,
y me masturbo con tu imagen y tomo un baño
mientras el agua toma tu forma estimulante.

Después tu sombra se posa en la ventana,
levanta las cortinas y el cuarto se engalana
con tu presencia ausente, y me desnudo,
el bálsamo de tu piel es picante y estornudo
y otro orgasmo se va tras tu caricia lejana.

No descansan las estrellas, frenéticas titilan,
no tienen luz propia y de tu aura se destilan,
caen como la nieve sobre el viejo techo
y siento tu lengua deslizarse sobre mi pecho
mientras las luciérnagas celosas nos vigilan.

¿Estoy durmiendo? ¡No! De ti estoy pleno,
te has hecho tangible, vestido en castidad
y yo no me contengo, y abundo en liviandad.
Estoy quitándote la pena y el pantalón ajeno
para descender a los infiernos de tu virilidad.

El reloj está cantando para amenizar
y con los minutos se afana en deslizar
sus frías manecillas en tu orto circular
mientras yo te penetro espectacular.

Tu cuerpo hace música con el dolor
y mi cuerpo te esta trazando otro color.
Entro y salgo de tu vientre prohibido
y el reloj ya no canta, se ha cohibido.

El silencio le da paso a galantes gemidos.
¿Es tu voz, o mi grito? No tiene importancia,
el placer entre hombres deja dioses heridos
y les produce cicatrices con elegancia.

Te quiero en el cielo oscuro de mis ojos,
quiero la succión de tus labios rojos
en mi miembro, en mi ombligo, en mi alma.
Quiero dormir en tu pensamiento, en tu cama,
ser el hombre que ames y tú el hombre que me ama.

Jorge Martínez C.
Autor.

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