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Mía.

Salgo de el baño para hombres con el casco en mi cabeza y casi arrastrando mi traje.

Esto de fingir ser hombre no me gusta para nada, los hombres son unos idiotas machistas que siempre quieren demostrar su "Hombría" pasando por encima de los demás sobre todo de las mujeres.

No digo que todos sean iguales pero... en su mayoría son así.

Supongo que este es el precio de correr a escondidas de tu padre.

Y sí, mi padre es de esos hombres.

Aprender a correr con mi hermano mayor no fué difícil para mí .

todo lo contrario.

Recuerdo mi primera lección como si hubiera sido hace tan solo cinco minutos.

-¡¿Cómo se supone que iba a saber que la R de la palanca no significa rápido si no me dices nada?!

-¡Pudiste preguntarmelo!

-En fin, lo hecho, hecho está.

-Es fácil para tí decirlo, a tí no te van a matar por chocar el auto de 30mil dólares de nuestro padre.

-¿Por qué te dirían algo a tí?, Michael
Te recuerdo que la que lo chocó fuí yo.

-Porque yo fuí el que se escabulló de padre para enseñarte a conducir, Mia
-se pasa el dorso de la mano por la frente y devuelve su vista al auto que yace con la parte trasera estrellada contra un pequeño árbol- O al menos eso intentaba.

-Dijiste que lo estaba haciendo de maravilla- Hago un puchero.

-Asi fué hasta que sucedió esto- señala el auto con un asentimiento de cabeza.

-No es mi culpa que seas un pésimo instructor- Veo como la expresión en su rostro pasa de estar nerviosa a estar enfadada.

-Padre tiene razón-niega- las mujeres no sirven para estas cosas.

Siento mi sangre hervir por la ira que ocasionan sus palabras.

Le arrojó las estúpidas llaves del estúpido auto de nuestro estúpido padre.

Mi visión se nubla mientras detengo un taxi para largarme de esta estúpida pista de carreras, tal vez sea peligroso estar sola a estas horas de la noche pero la rabia no me deja pensar con claridad.

"No puedes correr como tú hermano Mía, eres sólo una chica"

"Es cosa de hombres, no lo entenderías"

"Dedícate a las cosas de mujeres, Mía"

La voz de mi padre repitiéndose en mi cabeza no hace más que aumentar la irá.

Un taxi se detiene frente a mí pero ya no me importa, sólo corro a un lugar donde sé que encontraré lo que busco.

Toco el timbre como una desquiciada hasta que una morena de risos rebeldes aparece detrás de la puerta.

-Pero qué cara..- no la dejo terminar.

-Las llaves de el auto que le compraste a mi padre, ahora Amy.

-¿Para qué las necesitas?

-Para callarle el ocico a mi súper machista familia.

Mi corazón late tan fuerte, sé que mis mejillas deben estar casi tan rojas como mi cabello y mi respiración anormal no ayuda a que mi mejor amiga deje de mirarme como sí fuera una demente.

Los populares mandanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora