Capítulo 27: Nueva York, Ridgewell
Como solía ocurrir cada vez que nos reencontrábamos, el tiempo pareció pasar volando. Luego de terminar de comer, pasamos el resto del día sentados en Central Park, muy parecido a los viejos tiempos en donde nos sentábamos en la plaza de la Pantera en Ridgewell High, sólo que esta vez el parque era más grande. Unas cien veces más grande.
—Hemos hablado con nuestro supervisor en la J.W. —dijo Patrick— sobre considerar hacer un segmento sobre y para estudiantes. Según la demográfica, al menos un cuarenta por ciento de nuestros oyentes están entre ese rango etario.
—¿Algo así como un Lunch Break Club? —Preguntó Nick, quien tenía un pretzel gigante en la mano al cual Johnny no le quitaba la mirada.
—Algo así. Buscaríamos una locutora femenina que nos acompañe, alguien de nuestra edad. ¿Cómo hiciste para crear la radio, Heather? Nunca te lo he preguntado.
—No fue fácil —admitió la mujer—. Me costó semanas y semanas convencer a Frank a que me diera una oportunidad. Decía que eran un grupo de niños que no se conocían demasiado bien, que sólo sería una gran pérdida de tiempo. ¿Recuerdan cómo empezamos?
—Oh, claro que si —intervino Freddie—. Un micrófono para los cinco y Wesley detrás de tu Macbook.
—En el aula de Debate —reí yo—. Teníamos todas las de perder.
—Pero convencí a Frank a que me dejara pasar la transmisión en vivo durante el horario del almuerzo —continuó Heather—, y ustedes comenzaron a sentirse más cómodos con ustedes mismos y los demás.
Lo recordaba a la perfección. Un buen día, estábamos esperando en la sala de Debate a que Heather llegara después de citarnos una media hora antes. Las clases habían iniciado hacía pocas semanas y era nuestro segundo año escolar.
—Nos sacan del aire, recuerden mis palabras —dijo Freddie. Parecía nervioso, encogido en su asiento con una clara incomodidad.
—No seas tan pesimista, cerebrito.
Él le dio una mala mirada a Patrick, y entonces llegó la profesora con una pila de hojas desparramadas entre los brazos y el cabello castaño enmarañado en un peinado recogido. Lucía cansada, como si apenas hubiese pegado un ojo la noche anterior.
—¿Todo en orden, Heather?
—No, acompáñenme. John, ¿puedes ayudarme con los papeles?
Él asintió y tomó de sus brazos la pila, para luego seguir de cerca a la mujer, que no paraba de gesticular palabras que apenas si comprendíamos. Caminamos por el pasillo casi vacío, a excepción de algunos alumnos que iban y venían, y nos guió al ala noroeste del edificio, donde se daban las clases de música y arte.
—He estado hablando con Frank Monroe —comenzó a decir, deteniéndose en una puerta de madera blanca—. Me ha dicho que no está de acuerdo con la forma en que venimos transmitiendo el programa.
—¿Quiere sacarnos?
—¡No puede! ¡ni siquiera generamos gastos! —Chillé, en un tono de voz demasiado agudo.
—No, no es eso —dijo ella, con una sonrisa en el rostro.
La mujer abrió la puerta con el cuerpo y nos encontramos con una habitación amplia, decorada con una mesa redonda de gran tamaño y cinco micrófonos encima. Las paredes estaban cubiertas de paneles de espuma acústica, de esos que ayudan con el eco no rebote por la habitación, y en la otra mitad del lugar había una cabina de vidrio en donde se veía un equipo de sonido, en donde Wesley Allen estaba sentado con unos auriculares gigantes.
Intercambiamos miradas contrariadas, sin comprender del todo lo que ocurría.
—Frank ha accedido a crear una cabina para la radio escolar —dijo ella, luciendo satisfecha con sus palabras mientras nosotros apenas si lo procesábamos—. Ha hecho las modificaciones en las últimas semanas, cree que la radio es esencial para la vida de los estudiantes de Ridgewell, por lo cual ha decidido invertir en nosotros. En poco tiempo, tendremos una sección especial en la página oficial del colegio, todo para que ustedes puedan relacionarse con los estudiantes.
Nos habíamos quedados plasmados. No podíamos creer que alguien creyera tanto en nosotros como para brindarnos un espacio así, lo que nos dio un impulso de confianza al sabernos queridos. Creo que ese fue un importante factor en que la radio estuviese al aire durante casi cuatro años.
—¿Cómo lo hiciste?
—No fui yo —se encogió de hombros—, ha sido su idea. Creo que ha visto potencial en ustedes.
Summer dejó escapar un alarido y prosiguió a abrazar con efusividad a la profesora, lo que nos hizo reaccionar sobre la importancia de lo que estaba sucediendo. A los pocos meses, la radio se había incorporado en la vida escolar diaria de Ridgewell, siendo parte de su identidad.
Ahora, volviendo a la realidad, Heather le explicaba a Patrick la importancia de conectar con el público mientras los demás escuchábamos en silencio, sentados en el césped del gran parque central de Nueva York.
—Seattle no es como Ridgewell —dijo el chico—, ni siquiera como Nueva York. Creo que me tomó un año conseguir una audiencia decente, eso que las transmisiones también se pueden escuchar en vivo en la página.
—Nada bueno pasa de la noche a la mañana —me encogí de hombros—, si crees en lo que estás haciendo, entonces tienes todas las de ganar.
Pat me devolvió una mueca muy similar a una sonrisa, y a mi lado Nick se estiraba en el pasto, dejando escapar un bostezo. Summer llevó sus manos a su rostro y, en un bufido, proclamó:
—Extraño hacer la radio.
—Ni me lo digas —acotó Heather—. Intenté crear otra radio, pero The Lunch Break Club ha sido algo muy especial. Actualmente tenemos estudiantes dando segmentos y programas, pero no es lo mismo.
—Pues es que les falta el gran Becker.
Esperamos el comentario sarcástico de la profesora en respuesta, pero en cambio ella asintió con la cabeza y bajó la mirada con algo de tristeza. Johnny se tiró encima de la mujer en un abrazo, exclamando lo mucho que significaba para él y que era la madre que nunca tuvo.
—¿¡Madre!? Chiquillo, apenas si podría ser tu tía buena onda.
—¿Crees que serías la tía cool? Pues...
—¿Qué insinúas, Becker? —Preguntó ella, entrecerrando los ojos, y el otro elevó las manos en señal de defensa a la altura del pecho.
—Todo parecía más simple entonces —musitó Nick, incorporándose hasta quedar sentado, con la melancolía pintada en la cara—, ¿no lo creen? Éramos felices y no lo sabíamos.
—La dulce ignorancia —acotó Fred.
—Así funciona la vida. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Su mirada se cruzó con la mía, y sentí mi corazón saltar sobre mi pecho.
Johnny miró a su alrededor y luego a Chanel, quien arrancaba el césped debajo de sus pies de forma casi automática, con la mirada algo perdida.
—Creo que este momento es perfecto —dijo John—. Todos reunidos después de tanto tiempo, como solíamos hacerlo en la plaza de la Pantera.
—Sólo que esta vez no estoy inflada como un globo —rió Chanel, llevándose la mano instintivamente al vientre.
Antes de que pudiésemos comprender del todo lo que estaba ocurriendo, Johnny estaba arrodillado y tomaba la mano de su confundida novia entre las suyas. No tuvimos tiempo de reaccionar, pues el muchacho lo dijo, claro y fuerte para que toda la isla de Manhattan pueda oírlo.
—Chanel Larrose, ¿quieres casarte conmigo?
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Drama Kings (DQ #2) [COMPLETA]
ChickLitSECUELA DE "DRAMA QUEEN" ¿Qué es lo que pasa cuando se cierra el telón? Han pasado cinco años desde la graduación y, aunque nosotros habíamos adoptado el nombre de "The Breakfast Club" para la radio escolar, jamás pensé que esta historia terminaría...