47. Consolación

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Alexa apretó el espacio entre sus ojos con el índice y el pulgar recordando todo lo ocurrido en la fiesta. Desde el momento en que conoció a la madre de Cole, todo había sido tan turbio que no tenía palabras para describirlo. Gracias al cielo, él había vuelto por ella y se encontraron en el pasillo.

—¿Qué haces levantada? Hablé con el doctor Herrera y me dijo que debías descansar.
—Quiero regresar a casa, solo sácame de aquí, por favor. —le dijo y el obedeció sin más reclamos. Cole no objetó nada, pero su expresión era un poco sombría.

Ya estaba oscureciendo cuando abordaron el auto y emprendieron el camino, un incómodo silencio se había infiltrado entre ellos. Él seguía con la mirada fija en el camino, iba conduciendo con el ceño fruncido, con aquella oscura expresión, la cual era una mezcla de tristeza, decepción y enojo.

—¿Me vas a decir qué te sucede? —preguntó ella sin poderse contener.
—¿Por qué lo preguntas?
—Pues, porque casi no has hablado desde que salimos y encima tienes una cara que ni te cuento.
—No es nada —respondió él como un niño casi haciendo un puchero. Ella no insistió, pero le seguía molestando su actitud, no podía dejar de pensar que tal vez fue algo que hizo o dijo. Casi nadie se percató cuando sin querer fertilizó los arbustos del jardín de su madre, de hecho, todo había quedado muy discretamente disimulado, por el personal, entonces ¿por qué Cole actuaba como si hubiese arruinado la fiesta de Corine?. Mil cosas pasaron por su cabeza, hasta que ya no pudo soportarlo. 
—¡Basta! detén el auto. —estalló cinco minutos después. Cole se estacionó a un lado de la carretera. La zona era boscosa y el vehículo quedó dentro del bosquecillo. Cuando apagó el motor estaban a oscuras, después de un momento la claridad nocturna tomó protagonismo y sus ojos se adaptaron.

—¿Qué sucede? —volvió a preguntar, la sonata nocturna se abrió paso en el silencio de la noche mientras esperaba su respuesta. El dudó, pero al final cedió.
—Es que... —suspiró— Por un momento, solo por un momento pensé que estabas embarazada y fui tan feliz... Pero luego me encontré con el doctor y me contó lo que en verdad había sucedido.

Alexa no podía creer lo que estaba escuchando, sonrió un poco divertida. Todo el tiempo estuvo preocupada por algo completamente diferente y él le saltaba con aquello. Cole era adorable, a su manera, ella había tenido razón cuando se imaginó que estaría feliz de tener un hijo con ella. Casi le hacía desear tener a su hijo y  hacerlo feliz. Solo que el mundo no era así de perfecto, pensó...

—No seas tonto, aún hay mucho tiempo para eso, además tienes a Cora; disfruta ser su padre antes de embarcarte en querer más hijos.
—Tengo a Cora, es cierto y la amo, pero un hijo contigo sería algo destinado, estoy seguro. —Alexa quedó muy conmovida, se acercó y le dió un beso. Algo en su interior se volvió cálido y satisfactorio. Hasta ese momento no se había dado cuenta de cuanto lo deseaba. Ella enredó sus dedos en su pelo y lo besó con más pasión.
—Oh mi amada Alexa, —pudo decir entre jadeos— si sigues besándome así no alcanzaremos a llegar a tu departamento para continuar la fiesta.
—Tienes razón... no llegaremos —Alexa profundizó el beso y comenzó a quitarle la camisa, dejando su pecho tonificado al descubierto; audaz deslizó sus manos hasta su pantalón y procedió a soltarle el cinturón. Cuando lo tocó Cole soltó un gemido de placer.
—Vas a volverme loco... —gruñó mientras ella lo masturbaba. Pensó que iba a estallar cuando sintió en su glande la humedad de su boca, Alexa se acercó tímidamente, deslizando su lengua, aquel órgano palpitó anhelante y ella lo recibió más allá de sus labios, mientras movía su mano con parsimonia por toda la extensión de su falo. Su mano dibujaba un ritmo decadente a la vez que lo metía a su boca y jugaba con su lengua, el gemía casi perdiéndose a si mismo, hasta que con toda su fuerza de voluntad la detuvo tomándola del pelo.— maldita sea, si sigues harás que me corra.

Una vez más esa sonrisa maliciosa apareció en la cara de Alexa, se quitó las zapatillas para luego subirse a su regazo. Estaba frente a frente a él con las piernas abiertas y podía sentir su excitación entre sus muslos. Ella lo estaba provocando y él no se quedaría con los brazos cruzados.  Levantó su vestido clavando sus dedos en sus glúteos mientras se la comía a besos, pero ella aun tenía una carta de triunfo bajo la manga.   

—Quieres un bebé, hagamos un bebé justo aquí y justo ahora. —dijo Alexa, sorprendiéndolo en el acto. La expresión de su cara era poética. Con aquellas palabras su miembro se endureció aún más. Sabía que ella no podía ir en serio, pero la sola idea de todo aquel juego lo excitaba tanto que dolía.

—¡Oh, reina mía! —el soltó su vestido y liberó sus pechos, los besó y acarició deslizando su lengua por las delicadas y rosas aureolas devorandolas. Ella sintió como su humedad se deslizaba por sus muslos, al sentirse arropada por la fuerza de su motivación, deseaba que el la penetrara, sentirlo dentro de ella.

El se inclinó y sacó algo de la guantera. Alexa distinguió el sobre de color metálico, era un condón.

—Se supone que me harías un bebé ¿ya lo olvidaste? —ella ya había comenzado con los anticonceptivos y todo estaba bajo control, pero quería con aquellas palabras aumentar el realismo y guiarlo de vuelta a su fantasía. Al escucharla, el corazón le dió un vuelco, de verdad dejaría que se derramara dentro de ella.

Lo guió hasta su humedad y se dejó caer suavemente sobre su miembro erecto, su pene era perfecto y se sentía tan deliciosamente, fue entonces cuando comenzó a moverse lentamente de arriba a abajo, era un poco incómodo hacerlo en el auto, pero no dejaba de ser excitante. Cole le quitó el broche del peinado, soltó su cabello y lo dejo caer libremente, como una cascada de fuego, ella era su reina roja. 

—Alexa... ah... mi amor... Ahh... ¿De verdad... tendrás a mi bebé? —para ese momento ambos estaban demasiado sumergidos en aquel limbo de emociones, la sujetó de la cadera y la apretó contra él, guiando sus movimientos,  el sudor, el calor y el deseo, tomaron protagonismo y sus cuerpos se convirtieron en simples instrumentos en busca de la satisfacción.
—Si... sí, lo haré, — aquello se le iba de las manos. No se reconoció a si misma, cuando escuchó esas palabras salir de su boca, estaba tan extasiada que no distinguía la línea que separaba el juego de la realidad, porque en ese momento ella de verdad estaba dispuesta a hacerlo, a recibirlo en su interior y dejar que él la fecundara.

Cuando Cole escuchó aquello, los latidos de su corazón se aceleraron  y se abrazó a ella dándole pequeños besos.   Alexa se dejó llevar en aquel lugar apartado dejando que él la penetrara de una forma dura y caliente, bombeandola con embestidas compulsivas provocándole fuertes gemidos de placer...  escucharla disfrutarlo de aquella manera le dio aun más satisfacción !Oh Dios! cuánto Amaba a esa mujer. Estaba tan mojada que  Cole se deslizó  al fondo de su vagina una y otra vez, hasta que ella gritó arrastrada por un fuerte y arrebatador orgasmo.

—Alexa... ¡Ahg! —dejó salir un sonido gutural y aferrado fuertemente a su cuerpo se estremeció y la llenó con su semilla entregándole todo, hasta la última gota.

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