16. Permisión II

199 47 24
                                    


—Gracias —dijo ella. A pesar de haberse tomado la libertad de invadir su casa, lo había hecho pensando en su salud.
—No es nada —Cole sonrió, parecía muy feliz de encontrarse en esa situación. Seguramente era muy estimulante estar en la casa de la chica que te gusta, una tarde lluviosa, acurrucados en el sofá viendo una película. Alexa podía jurar que se estaba sonrojando. —Entonces ¿Qué estamos viendo? —preguntó él cambiando de tema y señalando la pantalla de la televisión.

Alexa lo dejo ser, al fin y al cabo, su ropa estaba en la secadora, aún estaba lloviendo afuera y parecía que no se detendría en un par de horas. Así que comenzó a relatarle la trama de la película. Se pasaron esa tarde comiendo palomitas y riendo con aquella loca comedia romántica.

Al llegar a la escena final los protagonistas se abrazaron frente un hermoso atardecer, demostrando una vez más que el amor siempre triunfa y entonces aparecieron los creditos.

—No pensé que te gustaran está clase de historias.
—No es que sea una fanática, pero me gusta reírme y también me gustan los finales felices. Tal vez es porque vengo de un hogar destruido y me molesta que la vida sea una mierda en la ficción también. —se dio cuenta que había dicho demasiado.
—Yo también... —respondió él, con un poco de tristeza. Alexa sintió un efecto de Déjà Vu sin saber por qué, pero también se dio cuenta que a pesar que no venían de los mismos mundos sus vidas no eran tan diferentes después de todo. —¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro, ya estamos aquí. —él dudó por un segundo viéndose muy triste y vulnerable.
—¿Por qué no te gusto? —la pregunta la tomó por sorpresa. Realmente no había pensado en eso a profundidad, el era un hombre apuesto, muy exitoso en su campo, rico, atento y sin duda un gran partido. Tal vez no podía decir que no le gustara, por eso prefirió esquivar la pregunta.
—Deja de decir tonterías. —la cara de Cole estaba roja, lo que Alexa atribuyó a que estaba avergonzado. Seguramente había sido difícil para él atreverse a hacer la pregunta.
—Es importante para mí. —continuó, parecía agotado— Sé que te he estado acosando, pero desde la primera vez que te vi, sentí una especie de conexión, aunque es obvio que tú no sientes lo mismo y no tengo ninguna esperanza de recibir la más mínima muestra de interés de tu parte, pero esta bien, porque me gustas más que nadie, a pesar de que para ti esta conexión no sea algo real para mí lo es. Por eso... Por eso, me gustaría saber, ¿Qué hay de malo en mi?

En ese momento, por primera vez Alexa se sintió identificada, le había sucedido lo mismo con Jonathan. Aunque ella no era tan insistente como Cole, sí había sentido esa conexión equivocada por el señor Koch, era obvio que él solo estaba siendo amable, pero ella se embriagó en las dopaminas, serotoninas y oxitocinas que liberó su cerebro y terminó llenándose de ilusiones.

Ahora podía sentir simpatía por aquel idiota, porque había estado en sus zapatos. Una vez le había gustado tanto alguien que se permitió soñar. Cole, al igual que ella, no era más que otra víctima de la química del amor.

Alexa se enderezó en el sofá y lo miró, con toda la sinceridad que pudo.

—No hay nada malo en ti, es sólo que... —Alexa sabía que nada de lo que dijera podría compensar realmente lo que quería expresar, por eso rectificó— Lo que va a pasar a continuación, va a ser un acontecimiento único, no se repetirá en el futuro...
—¿A que te refieres? —antes de que pudiera deducir a que ella se refería sintió un suave roce en los labios. Ella lo había besado. Finalmente Alexa se había apiadado de su alma, lo había mirado desde su pedestal y le había concedido una gracia.

Una oleada de calor se extendió entre ellos y el beso se profundizó. Ella llevó una de sus manos a su pelo y la otra la introdujo por el dobladillo de la bata sintiendo su pecho. Estaba demasiado caliente. Alexa podía sentir sus labios ardientes quemarla, estaban llendo demasiado lejos, pero también había algo más. Cuando ella se separó, él no se pudo controlar.

—¡Oh Dios mío!  —lo tomó por sorpresa. Cole cubrió su cara con una mano tratando de ocultar la vergüenza de que ella viera lo que no podía contener.
—¿Qué sucede? —las lágrimas seguían brotando, él no podía detenerse.
—Creo que debo irme —él se levantó de un salto y enseguida se sintió mareado.
—Espera, —dijo ella dándose cuenta al fin— Tienes fiebre —pero Cole no pudo escucharla porque finalmente se desmayó.

TOXICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora