Capítulo 9.

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La amistad de Isamu y Akadenne se fue reforzando poco; ya había pasado una semana desde que la U.A. abrió sus puertas a los jóvenes Héroes.

Durante ese tiempo, ella no había tenido ninguna noticia sobre Yuna, y eso la estresaba. ¿Acaso Kano de verdad le contó sobre su posible conspiración? De ser así, le tendrá miedo y jamás le volvería a ver. Así fue con la mayoría de sus intentos de amistad en América.

El caso del renacimiento de All For One y las guerras de Shigaraki trajo terror a todo el mundo, y aunque ya no existan, siempre hay alguien que sigue sus ideales, o con un poder heredado por su parte, o algo por el estilo. Lo peor, es que no fue lo único que trajo terror, el Baile de Dabi, el asesinato de Twice, la demencia de Himiko, la verdad sobre los Héroes...

Son huellas bastantes densas que no se pueden borrar.

Akadenne se preguntaba si su madre sufría por esos recuerdos.

Ya era medio día, lo que implicaba que Deku vendría a almorzar. No habían tantos Villanos como antes —siempre eran débiles—, pero aún así tu gente te necesita, y más si eres el Símbolo de Paz.

Sonrió al oír la puerta abrirse.

—Hola —saludó Midoriya con cansancio, sacudiéndose de un lado a otro.

Akadenne se acostó en el sillón —ya que estaba boca arriba, con los pies en el espaldar— y abrió sus brazos. Midoriya entendió eso rápidamente. Dejó algunas cosas al lado y se acostó sobre ella para que ella le abrazara. Akadenne tosió un poco por quedarse sin aire.

Roaf gruñó a lo lejos; menos mal que estaba encerrado. Ella lo miró mal.

—Eres igual a- —se cortó ahí, arrepentido por lo que quería decir. Ella entendió que no debía preguntar.

—¿Cómo te fue? —Akadenne acariciaba su cabeza. Le gustaba mimar a su madre.

—Bien. Nada potencialmente peligroso... Y no paraban de pedir autógrafos —hundió la cabeza en su pecho, un poco sonrojado.

—Nunca dejarás de ser nervioso a tu manera, ¿verdad? —rio un poco— Supongo que estuvo aburrido entonces.

—No. Las sonrisas de las personas es lo que más me encanta —Akadenne levantó un poco su cara para besarle la frente.

—Me encanta que sea mi madre. Eres demasiado bueno, y lindo. Tanto que nadie te merece —Izuku se sonrojó por el cumplido, recordando algo—... Lo siento, no era-

—Tengo buenos recuerdos de él, de tu padre. Demasiados, y me encantan —miró a su hija con orgullo—. Gracias, pequeña, por recordarme de eso. Me gusta.

Ella se quedé sin palabras. Ahora tenía la pista de que era un él y no ella, y estaba muy seguro... Pero existían muchos él en el mundo, así que se jodió.

Midoriya se levantó para hacer el almuerzo. Akadenne tenía prohibido estar en la cocina, y más sola. Ella se sentó.

—Te amo —besó la frente de su hija durante un rato—. Iré a cocinar; mientras tanto, alimenta a Roaf.

Ella puso los ojos en blanco, a penas los giró para ver al animal que solo gruñía.

Ella puso los ojos en blanco, a penas los giró para ver al animal que solo gruñía

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