Barcelona, allá voy.

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Narra Anne.

Los días pasan y el teléfono no suena; el tiempo pasa demasiado lento y la madre de Danna no llama, no me lo coge y yo solo quiero desaparecer para siempre: como mi padre y como finalmente hará ella.

Este fin de semana Merche se irá a Nueva York a visitar a sus amigas, me dejará sola en casa, aunque mejor dicho, la casa se quedará sola porque yo me voy a Barcelona a ver a mi novia. 

Me sumerjo entre el agua caliente y las sales de baño, aunque me escuecen bastante las muñecas. Déjalo estar. -pienso.


Los demonios me persiguen desde que ella entró en coma, mi padre se fue y me quedé sin amigos. Laura desde mi antiguo barrio me escribe, pero no tengo ánimos para absolutamente nada. Mis amigos me dicen que he cambiado y a mí solo me sale reírme. No sé qué pretenden, obviamente no puedo ser la misma persona porque me han arrancado el corazón sin permiso. ¿Cómo quieren que sea la misma? 

27 de julio.

- El avión con destino a Barcelona-España, saldrá en veinte minutos.

Me acomodo en el asiento, dejo que mis pensamientos se anuden y se dejen llevar por la música.

La impaciencia me recorre el cuerpo y solo tengo ganas de que este maldito autobús llegue al jodido hospital. La gente me mira extraño, ¿hola, nunca han visto una chica triste?

El autobús para y me bajo corriendo, me tropiezo pero no me caigo. Un chico destrás de mí se ríe, me giro y lo fulmino con la mirada, este sonríe y me cabreo aun más. Acelero el paso y llego a la entrada del hospital; me acerco a información.

- Hola, buenos días. ¿La habitación de Danna Martinez, por favor?

- Sexta planta, puerta 502.

- Gracias.

Busco el ascensor y aprieto el botón, justo antes de que se cierre la puerta un chico entra y se coloca a mi lado. Mira la pantalla donde anuncian las plantas. Estoy realmente nerviosa, no sé cómo voy a reaccionar. -pienso. 

Planta seis. Las puertas se abren y salgo con pies de plomo. Empiezo a buscar la habitación: 490... 495... 498... ¡502! Ahí está.

La puerta está entornada. Respiro profundamente antes de entrar, la abro cuidadosamente, asomo mi pequeña cabeza y la veo ahí tumbada, en una camilla conectada a muchas máquinas, llena de tubos por todas partes y la piel blanca.

Entro del todo, cierro la puerta y me quedo inmóvil mirándola. No me atrevo acercarme, me tiembla todo el cuerpo. Qué extraño que esté vacía.-pienso. Consigo dar dos pasos y me coloco en los pies de la camilla. La miro fijamente. 

- ¡Qué bonita es..!  ¿Por qué has terminado así? Tendría que estar yo ahí, no tú, tú no te lo mereces. -susurro en un suspiro- No te vayas, por favor. Te necesito a mi lado como prometimos, amor.

Maldito destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora