Capitulo III

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Hua Cheng no estuvo conforme con la respuesta y levantó una ceja. La señora del viento interrumpió preguntando qué eran las delicias del banquete que se ofrecía en la mesa. Al parecer era comida humana.

Disfrutaron de la comida y luego Hua Cheng insistió en llevarlo a su residencia. La señora del viento no era invitada, pero parecía no tener intención de separarse de Xie Lian. Después de todo era la chaperona.

Al final vieron un enorme palacio y un despliegue de lujo. Xie Lian elogió el lugar, pero Hua Cheng lo condujo hasta la armería. Xie Lian la recorrió fascinado y cada vez que se acercaba a una espada y reconocía el trabajo de los herreros, Hua Cheng quería regalársela.

—Puedes tomar lo que quieras Gege.

—No me atrevería, ya ni siquiera uso una espada. Y todas son hermosas, no podría decidirme.

—Entonces si no puedes decidir por una — tomo delicadamente su mano — Puedes tenerlas todas.

Xie Lian le miro con los ojos abiertos a más no poder, un ligero rubor se hizo presente en su rostro, aquella respuesta le había robado las palabras, buscó aclarar su garganta mientras trataba de calmarse para responder con serenidad, pero la mirada rojiza de Hua Cheng simplemente le hizo sentir un escalofrío, dio un paso atrás y entonces Hua Cheng que le tenía sujeto de su mano tiró de ella e hizo que cayera sobre su pecho mientras escuchaba como algo caía al suelo ruidosamente.

— Su alteza debe tener cuidado, podría lastimarse — le dijo Hua Cheng y Xie Lian no podía apartar la mirada, hasta que el grito escandalizado de la señora del viento les hizo salir de su mundo para percibir el fuerte olor del humo, una de las lámparas se había caído y ese era el estruendo que se había escuchado, el fuego había comenzado a propagarse por la armería.

Xie Lian se separó rápidamente de Hua Cheng, noto que la señora del viento tenía a alguien cargado en su espalda, claramente no había perdido el tiempo y había ido a buscar al oficial cautivo.

Xie Lian se disculpó, debían irse.

—¿A dónde llevas a mi prisionero? —la señora del viento tenía fuertemente tomado a un hombre.

—Es mi amigo, el señor de la tierra ¡No es tu prisionero!

—Es un espía que envió Jun Wu.

Xie Lian apenas podía creer que el emperador recurriera a esos métodos truculentos. Mientras, detrás de ellos el fuego comenzaba a avanzar lentamente.

—Su alteza, vámonos de inmediato.

La señora del viento le rogó y Xie Lian tuvo que despedirse. Mientras enlazaba a Rouye alrededor de la muñeca de la señora del viento para ir con ella, Hua Cheng le colocó los dados de la apuesta dentro de su mano y Xie Lian no tuvo oportunidad de preguntar nada más.

Si era un maleficio, lo había aceptado sin protestar. Se alejó rompiendo el techo de la armería y ambos volaron mientras el lugar y el palacio entero eran consumidos por las llamas.

En la corte celestial se explicaron los sucesos, pero Xie Lian seguía pensando en lo culpable que se sentía porque Hua Cheng descubriera su anillo de compromiso. Los dados estaban escondidos en sus mangas como tesoros invaluables.

Jun Wu le pidió quedarse un momento.

—Xian Le... no puedo permitir que te sigas poniendo en peligro. Si Lluvia sangrienta intenta hacerte algo yo...

El emperador le tomó la mano y beso el anillo que rodeaba su dedo.

—No vuelvas al mundo de los mortales, tienes un palacio aquí y los preparativos de la boda se están acelerando.

Xie Lian sintió una punzada en el corazón. Si no regresaba probablemente no podría ver a Hua Cheng de nuevo porque la tierra eran sus dominios.

—Lo hago por la gente común. Establecí un templo y ahora recibo plegarias que debo atender. ¿Cómo podría llamarme su compañero si no puedo desempeñarme como dios?

—No hace falta, nadie cuestionará tu estatus si estás a mi lado.

—Sin embargo...

—Basta, ¿por qué siempre tienes que ser tan rebelde Xian Le? ¿Recuerdas lo que ha ocurrido cuando rechazas mi consejo?

Ante esas palabras y la voz que retumbó en el salón. Xie Lian recordó que era cierto. Jun Wu siempre había intentado protegerlo y él sólo le había pagado con rebeldía.

—Me disculpo, su majestad.

Hizo una reverencia y no se atrevió a levantar el rostro.

—No te estoy castigando, no pongas esa cara...

Jun Wu lucía extrañado, su solemnidad acostumbrada se había perturbado al saber que Xie Lian había estado con Hua Cheng ya varias veces.

—Ve a tu palacio.

Xie Lian se inclinó nuevamente y se despidió caminando hacia el palacio que su prometido había construido para él. Sólo hasta que estuvo a solas y pudo respirar en medio del estupor que le causaba la decoración tan parecida a la de su reino, sacó los dados y los observó.

Sabía que Hua Cheng le había prestado su suerte para ganar y se preguntaba si aún quedaba un poco de ella. En cuando lanzó los dados al piso, una multitud de mariposas salió del suelo y se lo tragó haciéndolo desaparecer.

Lluvia Sangrienta que Poliniza una FlorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora