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Cuenta Peter

Después de llevar a una reacia Lali a mi coche, rodeé el vehículo y entré por el otro lado mientras ella murmuraba algo sobre matar a alguien.

-¿Vas a comenzar una oleada de asesinatos? -le pregunté divertido.

Todavía no podía creerme lo que veía, que ella estuviera realmente allí. Me miró con el ceño fruncido al tiempo que tiraba bruscamente del cinturón de seguridad.

-¿Qué?

-Tranquila, chiquita -sonreí y me incliné sobre ella para solucionar su apuro.

Mi nariz casi tocaba su mejilla. Le abroché bien el cinturón, me eché hacia atrás y mis ojos se centraron en sus labios abiertos.

-Ya está...

-Gracias -murmuró, mirando a cualquier parte menos a mí. Yo también miré hacia otro lado.

-Me ha parecido oírte musitar algo sobre matar a alguien

-A Eugenia, mi amiga

-¿Y qué ha hecho para merecer la muerte?

Encendí el motor mientras la miraba de reojo. La niña que siempre me había brindado las sonrisas más grandes del mundo había desaparecido. Aunque por otro lado parecía que no había cambiado en absoluto, sabía que todo era distinto. Ya no era el receptor de ninguna sonrisa.

-No soy tan mala compañía, ¿sabes? -pregunté antes de que ella pudiera hablarme de su amiga.

Esbozó una pequeña sonrisa; no era una de esas que solían iluminar sus ojos y teñir de rojo sus mejillas, pero, aun así, era sincera.

-No, no eres tan mala compañía. Puedes dejarme en la universidad; quiero buscar a mis amigos

-¿Estudias allí?

-Sí

-Vamos, Lali. No seas así. Ponme al corriente de lo que has estado haciendo. Todavía no puedo creerme que nos hayamos encontrado aquí con lo grande que es Los Ángeles

-Hubiera sido más lógico en una cafetería o algo así, ¿no?

-Exacto. Pero, ¿en el despacho de un ejecutivo? ¿En un estudio? Nunca lo hubiera imaginado

-Es un poco raro, sí...

-¿Raro? Es probable. Sin embargo, nunca has sido una chica normal

Me detuve en un semáforo en rojo y la miré directamente. Estaba con los ojos clavados en la ventana y con los puños apretados en el regazo. Le coloqué un mechón de su ahora rubio pelo y ella me miró.

-Hola... -dije con una sonrisa.
Se mordió el labio inferior y me devolvió la sonrisa con timidez.

-Hola...

-Te he echado mucho de menos, chiquita. Ni siquiera sabía cuánto hasta que te he visto

Su sonrisa vaciló un poco, pero se las arregló para convertirla en una mueca torcida, que me pareció
demasiado atractiva. El semáforo se puso en verde y tuve que prestar atención a la carretera. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijera nada, y luego hablamos al mismo tiempo.

-Por qué...

-Puedo... -me reí- Tú primero

-Solo quería saber por qué dejaste de llamar a Nico. Durante un tiempo, se ponía sensible si alguien te mencionaba. Creo que no deseaba demostrar lo mucho que le molestaba. Sé que no es asunto mío, y, sin duda, no tienes que responder si no quieres, pero siempre me lo he preguntado

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora