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Cuenta Lali

Dejé que Peter me pusiera a su espalda cuando salimos del local y nos encontramos cara a cara con un puñado de paparazzi. La sonrisa más grande de mi vida se me borró de la cara y agarré la mano de Euge para que no se quedara atrás cuando los destellos comenzaron a aparecer a solo unos centímetros de nuestras caras. La mano de Peter apretó la mía cuando redujo el paso para ponerse detrás de nosotras y llevarnos hacia el aparcamiento privado. Miré a Euge y vi que mantenía la mirada gacha e intentaba seguir nuestro ritmo casi corriendo con sus tacones de aguja.
Los reporteros seguían haciéndome preguntas a mí en lugar de a Peter, y sentí que el pánico que sentía se incrementaba cuando comenzaron a acercarse demasiado. Cuando uno de ellos, un chico rubio con aspecto de surfista, se acercó demasiado para mi comodidad, casi me hizo golpear a
Euge en la prisa por alejarme de él. Entonces, Peter me soltó la mano y empujó al paparazzi con fuerza en el hombro. Dejé que Euge se acercara, pero Peter había dejado de andar para enfrentarse al chico, así que también tuvimos que pararnos.

—No me pongas las manos encima  —gruñó el chico mientras bajaba la cámara— Solo estoy haciendo mi trabajo, que es hacer algunas fotos a esas chicas tan guapas

¿Estaba cabreando a Peter intencionadamente?

—No me importa cuál sea tu trabajo. No quiero que te pegues a ella

Enrosqué la mano alrededor del brazo de Peter e intenté obligarlo a seguir avanzando antes de que las cosas se pusieran más feas entre ellos. El periodista imbécil sonrió.

—Tranquilízate, hombre. Tal vez ella —me miró y vi la mandíbula de Peter tensarse más de lo que ya estaba—, necesita que alguien se le acerque de verdad. He oído que tú no lo estás haciendo demasiado bien

Algunos de los demás periodistas se rieron por lo bajo mientras seguían grabándolo todo. Parecían devorar todo lo que pasaba. Peter dio un paso y luego otro mientras sus músculos seguían tensándose debajo de mi mano, por donde intentaba contenerlo sin demasiado éxito.

—Lali, haz algo o va a perder el control —me murmuró Euge con urgencia al oído.

—Peter —solté bruscamente cuando vi que había cerrado los puños—  Tenemos que irnos

Con los ojos todavía clavados en aquel idiota sonriente, y con la mandíbula apretada, asintió con firmeza y comenzó a avanzar de nuevo. Los paparazzi nos seguían y, aunque esta vez mantenían las distancias, continuaban disparándome preguntas en torno a mi reacción sobre el pico que me había dado en el estreno. Estaba medio tentada de dejar de andar y arrojarme a los brazos de Peter para que pudiéramos repetir nuestro primer beso –que era, obviamente el que nos habíamos dado esta noche, porque no iba a aceptar de ninguna forma que mi primer beso con él fuera el del estreno– y callarles la boca, pero salir de allí lo más rápido posible me parecía una opción mucho mejor. ¿Tal vez tendría la oportunidad de saltar sobre él en público en otro momento?

Llegar al coche y alejarse de aquella pequeña multitud no ayudó a Peter a relajarse. Por mucho que Euge hiciera todo lo posible para aligerar nuestro estado de ánimo, Peter no pronunció más de dos palabras. Tan pronto como dejamos a Euge en su apartamento, Peter cogió el teléfono y llamó a Vanessa sin decirme una palabra.

—Vanessa. Sí. Perdón por interrumpirte. Te llamo para avisarte. Algunas personas del equipo nos
han hecho vídeos a Lali y a mí besándonos en el escenario. Sí, estábamos en la fiesta del equipo.
Vale…

Me di cuenta al instante de que no me gustaba nada que tuvieran que hacer el control de daños sobre algo que a mí me había resultado mágico. Me froté los muslos con las manos, volví la cabeza y miré los coches que transitaban a nuestro lado. Me pregunté a dónde irían, a quién iban a ver al final de su viaje. Tal vez no tenían rumbo fijo y solo navegaban por la vida.

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora