I'll Be Back; McLennon

III

Un color anaranjado se adueñaba del cielo. Paul se encontraba tomando un baño mientras observaba el curso lento de las nubes por la ventana. Se vistió para la equitación y se dirigió al establo para encontrarse con John, pero cuando estaba apunto de salir al patio su padre lo tomó fuertemente del brazo.

— ¿A dónde crees que vas? Tienes que hacer los preparativos para mañana

— ¿De qué preparativos hablas? —preguntó confundido el muchacho.

— Conoceremos a una adorable familia, nos beneficiará a todos en el próximo reinado —dijo con una extraña sonrisa en el rostro.

Paul no comprendía de qué le hablaba, entonces se zafó molesto del agarre y se fue rápidamente. En su mente habían demasiadas preguntas como para fijarse por donde iba y en sus pies se enredó una de las plantas llamadas "enredaderas" y cayó fuertemente con sus brazos estirados.

— ¿Adorable familia? ¿Nos beneficiará? —se preguntaba a sí mismo—. ¿De qué hablaba? ¡¿Y quién dejó estas malditas plantas acá!?

— ¿Paul? —se escuchó de atrás.

— ¡Oh, John! —de inmediato se puso de pie y limpió sus rodillas que se habían embarrado con la tierra.

— ¿Por qué insultas a la naturaleza? —dijo John mientras acomodaba nuevamente las plantas que habían sido aplastadas.

— Porque iba quejándome de mi vida y se me cruzaron, luego caí y ahora debo tener una herida en mi linda rodilla

Lennon miraba con ternura a Paul, quien se encontraba quejándose entre dientes de la pequeña desgracia que le había sucedido mientras ordenaba su ropa.

Comenzaron a caminar al establo, donde quedaron en encontrarse.

El establo era un lugar amplío, similar a una villa de casas juntas, solo que no tenía rejas por fuera. Las altas paredes estaban construidas con ladrillos y las ventanas eran adornadas con marcos blancos.

Se dirigieron a un caballo que se veía bastante solo y comenzaron a acariciar la parte entre los ojos de este.

— ¿Me creerías si te digo que no sé como cabalgar? —dijo Paul—. Soy un príncipe y no sé como subirme a un caballo

— No puede ser, realmente eres especial Paul McCartney

John río al tiempo que buscaba una montura, luego la acomodó sobre el caballo e hizo lo mismo con otro.

— Bien, te enseñaré —dijo el castaño sentado sobre el animal.

Primero le enseñó como debía subirse; era lo básico por saber. Le sorprendió que lo aprendiera tan rápido. 

Por otro lado, Paul estaba un poco nervioso, sabía que si hacia algo mal el animal podía tirarlo muy lejos o descontrolarse y todo podía terminar muy mal simplemente.

McCartney miraba encantado a John, quien irradiaba experiencia en el tema. A penas escuchaba lo que le decía ya que estaba perdido en los ojos del otro, en su cabello largo y desordenado, en su forma de comunicarse, en la forma de tratar al gran animal. Estaba tan acostumbrado a vivir en la realeza que ver a alguien tan libre lo dejaba atónito.

Pasaron unos cuantos minutos y Paul ya sabía como hacer que el caballo se moviera, pero no tenía la confianza para hacerlo libre por el campo.

— Quizás cuanto tendré que esperar para poder galopar como tu, John —dio un suspiro desilusionado.

— No mucho la verdad. Baja de ahí y ven conmigo —le respondió con una sonrisita.

Paul al instante se sonrojó.