Capítulo 17.

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Habían pasados varias horas desde qué decidí encerrarme en mi habitación, aún rondaba en mí mente esas palabras qué soltó Mathias, fueron cortas pero lograron su cometido; matarme un poco más.

No podía decepcionarme ni enfadarme con él. Toda esta mierda lo está ahogando poco a poco, y aunque no lo diga sé qué papá está metido en eso.

No podía ni quiero dejar qué él hiciera lo mismo con Mathias.

Pero algo en mí me decía qué ya era tarde, por qué ahora papá iba por él.

Me sentía más decepcionada de mí, se suponía qué debía protegerlo, no dejar qué la tormenta llamada "papá" arrasara con él. Pero fallé.

¡Maldita sea, ni para cuidar a mi hermano supe!

Papá siempre a tenido razón soy una inútil.

Y Mathias a sido el resultado de eso.

Un par de lágrimas se escaparon, recorriendo lentamente mis mejillas, recordándome que soy una gran estúpida.

Lo siento Elio, papá tiene razón, soy una decepción para ti también.

Golpee el colchón de mí cama con fuerza desquitandome un poco. Pero era inútil ni mil golpes podrán borrar la gran decepción qué soy.

–Dios.–Dije entre lágrimas.–Si sabías qué sería una decepción, ¿Para qué me permitiste nacer?–Solté en un sollozo.

Para qué conozcas el dolor de saber qué eres una decepción.–Respondió mí mente .

Ashg.–Coloqué mis manos en la cabeza, no puedo ser qué me éste volviendo loca.

Una voces se hacían presente en el pasillo, unas de esas era mamá y por lo que pude escuchar fue qué ya era hora de ir a donde la abuela.

Lo había olvidado por completo, me miré al espejo y noté qué mis ojos estaban rojos e hinchados, mi nariz también estaba roja .

Para evitar preguntas de mamá lavé mi cara y me eché un poco de polvo para ocultar.

Cuándo estuve a segundos de salir de mi habitación, papá había entrado cerrando la puerta detrás de él.

–¿Qué pasa?–Pregunté lo más normal que pude.

–¿A donde se supone qué ibas? –Preguntó ahora él.

–A la casa de la abuela cómo todos.–Respondí con obviedad. Papá chequeo la lengua.

–No, tú no irás. No sales de acá.

–¡¿Qué mierdas?!–Fruncí el ceño con molestia, la verdad no me importaba ya la forma en qué respondía.

–Ya lo escuchaste ¡Joder! Y tampoco me hables así en ese tono niñata.–Se acercó a mí y por acto de miedo retrocedí.

–No es justo... Tú n-o... No puedes prohibirme eso.–Exclamé furiosa.–Hablaré con mamá.

Busqué la salida pero él me detuvo con su brazo con brusquedad.

–No saldrás de aquí ¡YA TE DIJE!

–No me puedes detener.– Caminé nuevamente hacia la puerta de mi habitación, pero me detuvo ahora con sus dos brazos. Luego me empujó hacia la mesa de dormir, cayendo al piso.

–Eres muy estúpida y ahora te quedarás encerrada con llave acá adentro.–Sacó la llave de su bolsillo. Traté de levantarme pero hice un mal movimiento con mi muñeca, haciendo qué me lastimara.

Julieta,  La Chica SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora