Una semana entera desde que entré el nuevo instituto y todavía no he compartido más de dos palabras con nadie. Tampoco es como si yo hubiera puesto mucho empeño en conocer mucha gente nueva, desde luego. A mi madre le encanta viajar y siempre que llega a un sitio nuevo, piensa que sería buena idea quedarse a vivir en él. Nos hemos mudado seis veces desde que cumplí los catorce. Y tanto mi hermana mayor Clío como yo parecíamos estar sufriendo las consecuencias de tanta mudanza. Todo el mundo parecía tener su sitio menos nosotras.
En primer lugar y como en todos los institutos en los que había estado, había diferentes grupos estándar diferenciados. Había uno en especial que me ponía los pelos de punta, que se sentaban allí al final de la clase y no prestaban atención. Me pasaba todas las horas de clase que compartía con ellos deseando clavarles un cuchillo en cada uno de los dedos. No me interesaba mucho ser parte del grupo y a ellos tampoco les interesaba yo en lo más mínimo.
La gente de los clubes deportivos, como las animadoras o los miembros del equipo de fútbol, que también tenían su propio grupo. No parecía tan malo pero no me interesaba mucho el deporte y no tenía planteado apuntarme a ningún club pronto. También había oído que el equipo de fútbol era el peor de todas las secundarias cercanas.
Para terminar, estaba ese grupo de amigos enorme que se habían conocido en el concurso anual de matemáticas del año anterior y que se sentaban juntos en las primeras filas. Todos querían ser ingenieros, matemáticos, químicos o algo así. Por el momento iban el número uno en mi ranking.
Y bueno, las chicas que estaban sentadas cerca de mi. Supongo que eran muy amigas porque las tres se pasaban todo el tiempo juntas. Lo que más me sorprendía era que parecían llevarse bien con todo el mundo, incluso con los estúpidos de atrás. Una de ellas, que era al menos una cabeza más alta que yo, me había sonreído el primer día que llegué y se había sentado a mi lado, aunque no me había dirigido la palabra desde entonces. Las otras dos se sentaban detrás de nosotras y fingían que prestaban atención, aunque todo el mundo sabía que no lo hacían.
Siento que me estoy saliendo del tema principal de la historia, trataré de centrarme.
Esa mañana, mi hermana me dejó en la puerta del instituto con su nuevo coche. Nuevo para ella al menos, puesto que el coche de segunda mano que se había comprado tenía al menos veinte años. Me despedí de ella con un beso en la mejilla y me puse los cascos que, de hecho, no pensaba quitarme en todo el día. Caminé con desgana hasta la entrada y subí las escaleras hasta la última planta del edificio donde estaba mi clase. Era temprano aún, así dejé mi maleta en el suelo a mi lado y me eché sobre la mesa para poder dormir un rato. Se suponía que la maestra de física haría algunas preguntas ese día pero yo llevaba perdida con el temario desde que llegué.
Unos minutos después hubo un pequeño bullicio en la puerta y mis tres compañeras entraron riendo escandalosamente.
-¿Vamos a quedar esta tarde? -preguntó la más bajita de las tres mientras se acomodaba el pelo moreno y extremadamente rizado a un lado.
-Mañana hay examen -la chica restante, con unos ojos verdes realmente vistosos apuntó mientras caminaban para sentarse. Levanté la cabeza asustada al recordar el examen de matemáticas.
-Podemos ir a la biblioteca a estudiar juntas -se encogió de hombros lo del pelo rizado mientras se sentaba detrás de mí.
Las otras dos se echaron a reír y negaron con la cabeza, como si tuviesen una especie de broma privada entre ellas.
-Sabes perfectamente que no estudiaremos, Lali -la alta se sentó a mi lado y se giró para continuar la conversación con las otras.
Todavía no se en que momento decidí que sería una buena idea intentar hablar con ellas. Cuando quise darme cuenta, ya me había girado yo también y las tres me miraban.
-Umm... -traté de buscar algo que decir que no me hiciese quedar como una estúpida. Era probablemente la única oportunidad que había tenido en mi primera semana de clases de hablar con personas y socializar- hola.
-Hola, tú eres Debbie ¿Verdad? -saludó la de los ojos verdes, haciéndome sentir aún peor por no haberme aprendido ni siquiera sus nombres.
- Sí, esa soy yo -dije incómodamente mientras trataba de pensar algo que decir con lo que romper el hielo- he pensado que estaría bien... hablar con alguien.
Las tres me sonrieron a la vez y de repente me sentí mucho mejor.
-Soy Alana -me dijo la de los ojos verdes. Me pareció un detalle que me estuvieran repitiendo sus nombres. Le estreché la mano que me ofrecía con una sonrisa amable.
-Yo Lali -dijo entonces la del pelo rizado.
-Y yo soy Dylan- terminó por presentarse mi compañera de asiento, mirándome con sus enormes ojos grises divertidos.
Estaba deseando contarle a Clío que había sido capaz de hablar con gente. Volvieron a la conversación de antes, pero esta vez me incluyeron en ella. Después de un rato empecé a hablar cómodamente por primera vez, como si ya las conociera.
Me hicieron unas cuantas preguntas acerca de mí y descubrimos que teníamos bastantes gustos en común. Las clases se sucedieron una tras otra hasta entre risas y algún que otro comentario hasta que el día acabó al fin.
-Podrías venir con nosotros este fin de semana y podríamos presentarte al resto del grupo -me sonrió Alana- seguro que les caerías genial.
-¿Al resto del... grupo? -simplemente pensar en el hecho de tener que volver a pasar por lo de hablar con gente desconocida me hacía querer esconderme en un agujero y no volver a salir.
-Solo son otros cinco estúpidos, no te preocupes -Dylan le quitó importancia.
-¿¡C-Cinco!?
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101 ways to die
Teen Fiction"Son raras y están locas, lo sé. Pero son mis amigas y si te metes con ellas te metes conmigo."