Caminaba por el amplio pasillo, cuando Anabelle me indicó que me estaban esperando en la oficina, fruncí el ceño, no recordaba que nadie me hubiera avisado de todas maneras camine hasta allí y abrí la puerta de la habitación, encontrándome con mi padre, me quedé estática, mirándolo con una cara de horror. ¿Cómo era que él estaba aquí?
—Liz te estaba esperando—sonrió de una manera escalofriante de tal manera que me asusté, cerré la puerta detrás de mi y me dirigí a la silla que estaba en el escritorio.
—Papá ¿qué haces aquí? ¿Dónde has estado?—le pregunté al tenerlo en frente. El clima de la habitación era oscuro, apenas había unas velas que alumbraban la penumbra, mi padre estaba pálido resaltando entre tanta oscuridad.
—Hoy he estado todo el día aquí—respondió poniéndose serio, su mirada fija en la puerta me perturbo, por lo que dirigí mi mirada allí también. Si antes me sentía confundida, ahora mucho más, ¿cómo podría haber estado aquí todo el día cuando no lo había visto en meses?
Un golpe la sacudió, y entonces dos de las tres velas se apagaron, inmediatamente me levanté de mi lugar. Estaba lista para macharme, para huir.
—No entiendo, ¿qué está sucediendo?—mi voz temblorosa sonó por la habitación, respiré forzosamente, estaba confundida y muy asustada. La otra puerta que había era la de un armario y también comenzó a resonar, unos golpes que venían del interior se hacían escuchar con fuerza—. ¡Papá!
Lo busqué por todos lados de la oficina, sin embargo estaba vacía, mi padre había desaparecido, como si el viento se lo hubiese llevado, tal y como apareció. Cerré mis ojos, no podía ser real, mi padre se había marchado y estaba lejos, no había forma de que estuviese aquí. Entonces la puerta se abrió, dejando ver a mi madre.
—Elizabeth, ¿creíste que no nos enteraríamos? No quiero más mentiras—se detuvo delante de mi. Tenía puesto un vestido blanco, que se encontraba sucio en exceso. Podía ver como el barro hacía que el color original se perdiese, tenía césped y pequeñas ramas. El olor moribundo inundó la habitación provocándome una arcada, aunque eso no fue tan malo como ver su cara, estaba de un color gris. El lado derecho se le estaba pudriendo justo y tal como había visto al chófer. Me sentí caer en un asombro que no me permitía moverme al verla así delante de mi—. ¡Elizabeth!
Estaba gritando mi nombre, mientras que me encontraba estática en una pequeña esquina de la oficina, entre el sillón y la pared. Sentí como sus manos tomaron mis brazos, sacudiéndome y sacándome de mi estado catatónico. Me solté de su agarre y llevé mis manos a mis oídos para cubrirlos, los golpes del armario eran cada vez mas fuertes, además mi madre gritaba justo en frente de mi.
La última vela que quedaba se apagó, todo quedó sumergido a una profunda oscuridad, y a su vez en silencio, podía oír a mi corazón latir desenfrenadamente, mi respiración entrecortada. Entonces la luz volvió, pero esta vez era electricidad. El armario se abrió dejando ver al cadáver del chófer que cayó justo en mis pies, el olor a putrefacción volvió a inundar el lugar, el horror me invadió una vez más y corrí hasta la puerta, encontrándome con que estaba cerrada con algo que la trababa y era imposible salir. Grité por el miedo y la desesperación, esperaba que alguien pudiese ayudarme. Las lágrimas no tardaron en llegar, parecía que cada segundo que pasaba el olor se hacía mas fuerte, quemando mis fosas nasales.
Entonces todo se puso negro de nuevo, cerré mis ojos y cuando los volví a abrir me encontré a Arthur.
—Sólo ha sido un sueño Liz—murmuró, sus manos rodeaban mis antebrazos, la puerta del cuarto estaba abierta, sentía mis mejillas mojadas debido al llanto.
No logré que las palabras salieran de mi boca, sentía una congoja que se manifestaba como un nudo en el pecho que sólo podía exteriorizar con lágrimas. A su vez sentía una especie de desesperación, la imagen de mi madre enferma antes de morir se había mezclado con el cadáver del chófer en una de mis peores pesadillas.
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𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalamet
FanfictionEn un vieja casona de Inglaterra los Bennett hospeda a un conocido de la familia, alarmando a la única mujer de la familia. La llegada de Timothée atormenta a Elizabeth desde el día uno, pues su visita sólo había traído problemas y desgracias para s...