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El hecho de encontrar aquellas cartas convirtió todo en un caos. Arthur estaba en contra de Timothée, desconfiaba de él adjudicando que era muy oportuno que él haya sido quien las hubiese encontrado. Insistía en que seguramente las había puesto él allí para distraer la investigación. Mientras que Timothée le había escuchado y se había defendido.

Tenerlos enemistados era complicado, quería estar del lado de ambos pero de ninguno. Además eran personas que me importaban y realmente quería que tengan una buena relación.

Harry por su parte sospechaba que alguno no estaba bien, nos había acusado de ocultarle información pero ninguno quería contarle lo sucedido, era solo un niño y no era su deber tener esas preocupaciones. Mis tíos estaban absortos a la situación, creían que eran cosas de niños y estaban un poco enojados con Timothée por unirse a nuestras, tal y como ellos le llamaban, peleas infantiles.

Por otra parte busque en todas las habitaciones que pude, de cada lugar de la casa, alguna nueva pista que nos guíe hacía lo sucedido, pero la búsqueda no tuvo frutos.

Entonces me encontraba algo perdida, sin saber que debía hacer y tampoco a quien acudir. No quería defender a Arthur ni mucho menos a Timothée, porque después de todo el primero era mi hermano y el segundo alguien que no conocía de mucho tiempo. Podía ser verdad en que no era quien realmente pensaba.
Pero había algo en mi interior que me atraía a Timothée, que me decía que él no era nada mas que cosas buenas.

Tenía una fe ciega en aquel hombre, que todavía me preguntaba de donde la había sacado. Normalmente me encontraba pensando en su rostro varias veces al día, recordando sus labios sobre los míos. Su risa. Sus ojos.
Por ello intente solamente abocarme al estudio, a seguir concentrada en matemática y no pensar en ningún hombre más. No en Arthur ni en Timothée. Visité la tumba de mi madre varias veces, rezando para que pudiera guiarme hacia la verdad que ocultaba mi padre. Necesitaba saber que era su secreto. Aquello por lo que Dios no lo perdonaría.

La inquietud no me dejaba dormir de manera correcta, siempre estaba nerviosa. En alerta. Odiaba esa sensación, sobretodo porque las veces que no las sentía era en compañía de Timothée pero me había alejado por la pelea con Arthur. Y extrañaba esa tranquilidad que me transmitía.

Necesitaba una solución o perdería la cabeza.

Entonces fue cuando lo decidí. Me levanté de mi cama, me vestí de manera decente y caminé directo hasta la habitación de Timothée.

Toqué la puerta y esperé a que saliera. Hoy tenía ganas de verle, necesitaba olvidarme de todo lo que nos rodeaba aunque sea un pequeño tiempo. No podía seguir alejándome de él.
Pasaron unos minutos hasta que escuché pisadas, entonces la puerta se abrió.

—Elizabeth, ¿qué hace despierta tan temprano?—su voz ronca delataba que recién se había despertado.

—¿Lo he despertado?—apreté los labios intento contener una sonrisa. Se veía adorable con el cabello despeinado, sus ojos entrecerrados. Vi que todavía llevaba su pijama, por lo que me dio un poco de vergüenza.

Me había despertado un poco más temprano de lo usual, como cada día dormía menos, a pesar de que me acostaba más tarde porque no lograba conciliar el sueño.

—Si, pero no se preocupe, ya estaba por despertarme—respondió y luego bostezó, me dio un poco de pena verlo así—. ¿Necesitaba algo?

—Quería que me acompañe en mi desayuno.

—¿Cómo?—frunció el ceño. Mi sonrisa estaba vez no pudo ser contenida. Se veía tan adorable.

—Desayunaré en el jardín, pero será secreto, sólo seremos usted y yo—expliqué, al ver que sólo me observaba me comencé a sentir nerviosa—. Sólo si quiere, no es una obligación, sólo una simple invitación.

Intenté sonreírle para convencerlo, él lo único que hacia era mirarme seriamente.

—Está bien la acompañaré, pero necesito que tener una conversación con usted—dicho esto cerró la puerta y se metió dentro de su habitación.

No le esperé, me fui de inmediato a la cocina. Preparé dos tazas de té, cociné tostadas con huevos y salchichas. Y también serví scones que habían sobrado.  No era el mejor desayuno pero tenía todo lo que me gustaba.

—¿Ha cocinado usted?—me preguntó sentandose en la silla que había dejado libre. Justo en frente de mi, en una pequeña mesa que se encontraba ubicada debajo del árbol del jardín.

No estábamos ocultos, nos podían ver si querían. Sin embargo nadie se levantaría tan temprano, ni mucho menos estaba el clima como para salir fuera.

—Así es, lo he cocinado yo—le respondí—. ¿De qué quería hablar?

No podía contenerlo más, necesitaba que me lo dijese, fuese lo que fuese.

—Es que no le entiendo Elizabeth —su ceño se había vuelto a fruncir.

— ¿A qué se refiere?—susurré.

—A usted, a nosotros. Un día nos besamos, y al otro día me invita a su viaje a Londres, nos volvemos a besar, me cuenta sus secretos y yo a usted, pero luego no me dirige la palabra por días y me evita.

No supe que responderle, simplemente observé su expresión. Las cejas levemente elevadas. Sus ojos brillantes por la claridad de la mañana, pero levemente hinchados porque recién se despertaba.

—Sé que no somos nada, pero para mi todo aquello significó algo—volvió a hablar—. Lo que necesito saber es si para usted también.

—Claro que si, lo que sucedió también significó algo para mi.

—Entonces demuéstrelo. No nos conocemos de nada como para saber que le sucede o que siente, y si no me habla por días lo tomaré como que no le pasa lo mismo—explicó llevando su atención al desayuno.

Me sentí culpable. Y entendí que él no me esperaría para siempre, que había una conexión pero que no nos conocíamos de nada como para que nuestro amor fuese tal y como en aquellos libros románticos que alguna vez había leído. Era la vida real, aquí el amor no surgía porque si. Mi madre solía decir que para el amor se debía trabajar en él, que no era para nada mágico y que  tenía sus complicaciones.
En ese entonces era tan inexperta que no lo notaba.

— Lo siento, todo lo de Arthur, y usted me tiene confundida—le mire—. Me alejé de los dos porque no quería estar del lado de ninguno, pero no puede evitarlo.

— ¿Qué no pudo evitar?

—Estar sin usted Timothée —murmuré avergonzada. Me sonrojé por decir semejante declaración.

Sonrió sin decir nada, y comenzamos a comer el desayuno. Cada bocado que dábamos volvía el ambiente menos tenso, hasta el punto donde nos olvidamos de aquel episodio del comienzo. Hablábamos como solíamos hacerlo siempre, donde la pasábamos bien sin pensar en mucho más.
Y eso era lo que había buscado durante todos estos días, esa paz que nadie más que Timothée me hacía sentir. Como si fuese un calmante a todos mis problemas.

Por esa mañana deje de pensar, nuevamente, en el asesino y su conexión con el chófer y mi padre. Y tal como si mi mente pensará mejor distraída fue cuando tuve una idea, una nueva pista a investigar y un nuevo hilo del cual tirar.

—Timothée debemos revisar la oficina de Charles—solté interrumpiendo la conversación.

—————
holaaaa feliz navidad!!
espero que la hayan pasado muy bien.
nuevamente perdón por no actualizar tan seguido, escribí un capítulo corto pq no tengo tiempo, estoy estudiando todo el día pero después de rendir el lunes, voy a estar libre y vuelvo a escribir tanto como antes!!

gracias por leer, ya estamos por llegar a las 500 leídas y estoy feliz, gracias 🤍😭😭

cuídense y nos leemos pronto!!

𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora