12

6K 525 120
                                    

Cuando nos separamos sentí que me faltaba algo, la calma que había encontrado en sus labios se esfumó. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa, hacía tiempo que no me sentía así de bien. Hasta había olvidado por completo que hacíamos en aquel lugar de la casa y que era lo que me despertó.

—Timothée respecto a...—hablé para explicarle que no quería que pensara mal de mí por haberle besado, sabía que no debería haber tomado la iniciativa, las clases de etiqueta a las que mi tía me había sometido habían insistido bastante en aquello. Pero no pude evitarlo.

—Shh, está bien, no se preocupe Elizabeth. Realmente todo está bien—susurró. Asentí intentando convencerme de que realmente no había ningún problema, pero mi cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto.

Quizás era un poco insegura respecto al amor, pero era por falta de experiencia. Me encontraba dudando de lo que sucedía entre nosotros, ¿estaba bien? ¿O estaba mal? ¿Qué pasaría si mis tíos se enteraban?

Y entonces ante la incertidumbre no supe que más hacer, por lo que hui, tal y como una cobarde.

Le dije que debíamos subir, que dentro de poco se despertaría el resto de la casa y que era mejor acostarse. Timothée pareció no entender como todo cambió de repente y ojalá hubiese encontrado las palabras para expresarle lo que sentía en ese momento. Él simplemente siguió lo que le dije y cada quien se dirigió a su habitación. Hubo miradas y sonrisas cómplices en el medio, lo que me dejó mucho más tranquila.

Esa noche todo en mi estaba revolucionado, como si ni siquiera pudiera procesar lo maravilloso que era Timothée y su presencia. No podía entender como pasé de estar llorando por mis sueños a sentirme tan feliz, tan plena, con el simple hecho de su compañía.
¿Qué era lo que tenía que provocaba esto en mí?
Había oído tantas veces sobre cómo me sentiría cuando encontrara a esa persona, lo leí en tantos libros. Ese momento mágico donde deberías darte cuenta por obra del destino que esa era tu persona. Como si fuera tan fácil saberlo.

Deseaba poder preguntarle a mi madre si esto era lo que se sentía cuando querías a alguien, y cómo sabría que era esa persona.

Todo el asunto me provocaba intranquilidad, por lo que estuve unos cuantos minutos en los que no pude conciliar el sueño. De todas maneras al final logré dormirme, ya que me seguía sintiendo muy cansada y no pude luchar contra eso.

Al volver a despertarme por segunda vez, ya era de mañana, recordé lo que había sucedido. El sueño, la persona que estaba en la casa y el beso. El maravilloso beso. Todavía podía sentir sus labios en los míos, como si estuviesen allí, marcados. Era una especie de cosquilleo que aceleraba mi corazón.

Decidí que usaría el vestido que me había regalado, como señal de que seguía pensando en él, era una idea tonta pero no quería alejarlo. Todavía estaba nerviosa y no sabía que haría al verle, un beso era muy importante.

Cuando estaba a punto de bajar las escaleras pude ver en el fondo del pasillo algo que sobresalía de la oscuridad. Camine hasta ese lugar que se encontraba en el ala que no utilizábamos. Encontrándome con un pedazo de tela, que era un pañuelo, no tenía ninguna inicial bordada sin embargo sabía que lo conocía. De inmediato me puse en macha y bajé corriendo las escaleras, encontrándome con Annabelle.

—Señorita Elizabeth, ¿cuántas veces le he dicho que no debe bajar corriendo?—me regañó. Sus ojos color celeste me miraban intensamente, siempre llevaba el pelo recogido en un moño.

— ¿Reconoce este pañuelo?—se lo tendí, ella lo miro examinándolo.

—No lo sé, me parece conocido pero no logro saber a quién pertenece, ¿dónde lo ha encontrado? Quizás es de su tío.

𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora