Asamiya Akane

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Kobe, Japón; año 2012

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Kobe, Japón; año 2012.

Las personas suelen decir que la mejor manera de morir es por la vejez, y aunque en parte puede ser verdad, no siempre va a ser de ese modo, puede que alguien muera de viejo, sin embargo, su vida haya sido llena de conflictos y malos momentos, entonces aquí entra el dilema, ¿realmente es necesario vivir tanto tiempo si al final el individuo no estuvo satisfecho con su historia? Eso, es algo que Asamiya Satoshi y su esposa Misaki, nunca se preguntaron ni pensaron.

Akane nació un cinco de Enero de dos mil cinco, aproximadamente a las diecisiete horas, en un inicio, todo fue miel sobre hojuelas, felicidad pura, cosa normal cuando nace un hijo, pero todo se fue a pedazos pequeñitos cuando el doctor llamó a Satoshi para decirle que su niña nació con una condición, la cual hace que su corazón sea más grande de lo usual, algo muy riesgoso que si no se trata de forma adecuada puede ser altamente mortal, y, terminando de tirar todo a un barril sin fondo, también dijo que debido a la gravedad de la condición era poco probable que Akane viviera más de diez años, o que siquiera llegara a esa edad, noticia que tanto a él como a Misaki le afectaron muchísimo, pues claro que al tener un hijo a los padres les gustaría que viva tanto o más que ellos, pero, al parecer, con ella iba a ser diferente.

Cuando la pequeña fue dada de alta del hospital junto a su madre, ambos hablaron durante horas, recibir una noticia así puede ser shockeante para cualquiera, pero al final ambos llegaron a la misma conclusión; si su niña iba a tener una vida corta, por lo menos que esta fuera una feliz.

Así fue como transcurrieron siete años, Akane terminó siendo una niña tierna de cabello corto y teñido de pelirrojo que casi siempre llevaba un moño azul pastel para hacer juego con el uniforme de su escuela, por un golpe de suerte ella nunca fue "rechazada" o "menospreciada" a causa de su condición, la trataron de la misma manera que a cualquier otro alumno tanto sus compañeros como profesores, hizo el respectivo grupito de amigos y al parecer los tratamientos marcharon bien, lo suficiente para que llegara a los cinco años.

Un día de verano que pareció ser como cualquier otro, Misaki levantó a la niña para llevarla al colegio, consideró que ya tiene la edad suficiente para cambirse ella sola así que sólo la despertó y luego bajó para darle algo de comer, claro, una madre nunca deja que su hijo vaya a la escuela sin desayunar por lo menos un pan tostado. La pequeña bajó con su mochila ya lista y tomó asiento para beber el licuado de fresa que tanto le ha gustado desde siempre, junto a un simple trozo de pan con mantequilla.

Unos quince minutos más tarde, ambas salieron de la casa y en dirección al colegio, cuando llegaron, Akane vió lo mismo de todos los días, niños corriendo por el patio o jugando con sus padres, eso no suele afectarle, sin embargo, hay veces en las que no puede evitar sentir aunque sea un poco de tristeza y pensar en la pregunta de; ¿por qué no fui normal cómo ellos? Pero, una pequeña vocesita dentro de ella le dijo que no es bueno culpar a otras personas por algo que simplemente pasó, el que haya nacido así no era algo que sus compañeritos debieran pagar, y menos sabiendo que siempre la han tratado bien.

Ghostverse (I): Todos Tenemos Una HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora