Lizbeth Tremblade

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Montreal, Canadá; año 2000

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Montreal, Canadá; año 2000.

ㅡ¿Por qué no me han llamado?ㅡPensó la joven pelirroja, observando el celular arriba de la mesita.

Iba a pedir que le prepararan un té, pero al percatarse de que las sirvientas estaban ocupadas, pensó en hacerlo ella misma, no se le caerían las manos si toma una tetera y pusiera agua a calentar, ¿verdad?

ㅡ¡Hey, Lizzy!ㅡLa grabadora del teléfono sonóㅡestábamos pensando ir al cine, ¿qué dices? Ya sabes, tú invitasㅡ.

ㅡAhora le responderé...ㅡsuspiró, podría ser distraída, pero no tonta, casi cada amistad que ha tenido fue por una razón; a cambio de soportarla un rato, querían que ella pagara sus cosas y les prestara dinero cuándo se les antojara, tal vez ese es su único valor, ¿no? Ser una máquina de billetes le sonaba mejor que estar sola.

ㅡSeñorita Tremblade, la buscanㅡ.

Dejó el teléfono a un lado y bajó las escaleras infinitas, le habían dicho que podría llegar un paquete en cualquier instante, así que debía estar al pendiente, pero recibió una grata sorpresa.

ㅡ¡Abuelo!ㅡCorrió a abrazarlo.

ㅡCuánto tiempo sin vernos, haz crecido muchoㅡ.

ㅡDeberías volver aquí, ya estás grande y necesitas cuidadosㅡ.

ㅡNo digas eso, todavía me siento bien, soy viejo pero no dependo de nadieㅡdejó su bolsa en la mesaㅡ¿recuerdas? Son las galletas que siempre elegíasㅡ.

ㅡCómo olvidarlasㅡtomó un paquete y lo miró con detalle, así como si tuviera una joya muy cara en la manoㅡquisiera quedarme a hablar, pero tengo que salir, ¿no te molesta?ㅡ.

Tardó una media hora en salir, fue caminando a dónde acordaron encontrarse que era la casa de un chico, el único del grupo que tenía auto de hecho, en realidad, Lizzy también tiene, pero no sabe conducir, le da pánico aprender, si no fuera por ese detalle, seguro hubiesen pedido que los recogiera en su auto.

Durante el camino y estancia apenas le hablaron, a excepción de Amanda, ella era la única que mostraba un interés genuino en Lizzy, y curiosamente también era de una familia rica, por lo que no tenía ninguna necesidad de pedirle dinero a nadie. Después de la película el ambiente estuvo más incómodo que antes, Lizzy se sintió invisible igual que antes, ¿por qué eso la hizo apenarse si en realidad ya estaba acostumbrada? Tal vez ese tipo de compañía no era la ideal para ella.

ㅡ Adiós, chicosㅡse despidió en voz baja, pero nadie pareció escucharla.

ㅡHasta pronto, Lizzy. Cuídateㅡdijo la castaña.

Ella sonrió y bajó su cabeza, okay, no todo pareció ir tan mal, al menos alguien la tomó en cuenta, es un avance, ¿no? No...

Volvió a casa con un amargo sentimiento de derrota, nada de lo que hiciera o dijera surtía efecto, ¿acaso es que su personalidad era aburrida para el resto? ¿No era lo suficientemente interesante y así provocar querer relacionarse con ella? Su única función era ser un cuaderno de cheques.

Ghostverse (I): Todos Tenemos Una HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora