FINAL.

254 40 15
                                    

El silencio es el protagonista de la noche en aquellos momentos, danza por toda la sala y se mete por todos los más ínfimos y recónditos espacios de la habitación en la que se realiza la obra de marionetas más esperada.

Un chico se alza orgulloso, con una radiante sonrisa y un humor que le alegraría el día a más de uno.

Menos uno.

HaeChan sigue con la cabeza gacha, los ojos cerrados, los puños apretados y los pensamientos enredados. Sabe que la función se le está yendo de entre los dedos y por más que jale de los hilos, los muñecos no parecen querer moverse. El telón está por cerrarse, los espectadores por irse, y el show por cancelarse.

Está harto.

¿Crees que puedes confiar en mí?

Planeo esto por muchos años y no puede creer que haya acabado de tal manera. No lo permitiría ni aun en los mejores sueños de cualquiera de ellos.

¿Realmente crees que puedes contar
conmigo?

Poniendo de nuevo su máscara, sonrisa en rostro, alza la cabeza para encarar al público que lo mira con hambre y ambición. Chasquea la lengua y ladea la cabeza para posar su mirada en Ten, quien, a pesar de estar aliviado, siente una ligera incertidumbre en su interior, y lo que le aterra es que no sabe por qué.

Todo ya terminó...¿no?

¿Por qué no están saliendo del infierno para poder disfrutar del jardín de los bienaventurados? No tiene lógica, bueno, nunca la habido; pero aun así, HaeChan puso las reglas, injustas, pero eran reglas, tan firmes que ni el mismo Lee Donghyuck se atrevería a romper. Pero uno nunca puede tomar todo por sentado.

Bien. —Menciona débilmente HaeChan, sin quitar la sonrisa de su rostro.— Estás en lo correcto, mi querido hyung, yo soy de hecho el que no posee color alguno.

Hace mucho tiempo, en un paraíso colorido y brillante, todas sus almas se unieron. Cada quien tuvo su listón, su color, su ser. Eran distintos, diferentes, pero comnplementarios entre si. Hubo marrón, blanco, rosa, etc.

Pero el último listón no tenía un color, era negro.

Negro como la noche que nunca seria día.

Negro como el vacío que nunca se llenaria

Negro como el carbón que nunca sería
diamante.

HaeChan recibió ese listón, ese vacío, ese nada. Sin embargo, la promesa se hizo, pero ¿Cómo se puede prometer algo si no se tiene nada? ¿cómo puedes darlo todo si nunca lo tendrás? ¿cómo puedes iluminar una oscuridad imperturbable?

Y aun así, el dueño del negro cumplió con sus palabras, mientras que los poseedores de los tonos brillantes y vivos las rompieron.

Asi que no importa si se es radiante como el amarillo, puro como el blanco o relajante como el azul. Lo que al final perdura es la completa nada.

Felicitaciones, has ganado, y por ende, eres la tonalidad que resalta en este círculo cromático. —HaeChan une sus palmas en aplausos cortos y pausados que, por la misma quietud de la sala, resuenan fuertemente. Su rostro no cambia, dándoles a los demás una sonrisa empática, que bien saben no pueden traer nada bueno. Y dicho y hecho.

HaeChan le dispara a Johnny, quien suelta un grito por la misma sorpresa y el dolor del impacto.

¡diós, índigo! —Exclama con júbilo.

Roue De CouleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora