DE PINOS, ESFERAS Y LUCES...

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Charles se estacionaba dentro del gran aparcamiento contiguo al local de venta de pinos navideños recién cortados. El aroma le remontaba a su infancia en la mansión, cuando era un niño y todo era menos complicado que ahora. Bueno en realidad estaba siendo fatalista, su vida era buena. Tenía un buen empleo como maestro que le permitía una excelente solvencia económica y además, era el feliz padre de su hijo David. Todo estaba bien a acepción de que sus padres ya no estaban con el para ayudarlo y apoyarlo como lo habían hecho siempre.

Su hijo bajó de la camioneta en cuanto él la apagó y ahora estaba afuera de su puerta esperando a que bajará,

-Ahora voy cariño. Te importaría adelantarte por si vez algún pino que sea de tu agrado, - David le sonrió a su papá y salió disparado al interior del local que se encontraba al aire libre.

Charles bajó primero sus bastones canadienses, después una pierna y luego la otra, se impulsó de la puerta de su automóvil para quedar de pie. Acomodó sus bastones en sus antebrazos y giró un poco para cerrar su puerta. Observó el asiento trasero y David había dejado olvidado su abrigo, abrió la puerta para sacarlo y ponerlo encima de su hombro. Cerró la puerta y emprendió a su ritmo el caminó hacía el local. Estaba a punto de oscurecer y la temperatura descendería de modo estrepitoso, y para alguien como él con tantas cirugías, placas y barras metálicas el frío era su peor enemigo. Pensaba que de algún modo u otro era así para todos por igual en esta temporada, es por eso llevaba consigo el abrigo de su hijo para protegerlo del frío.

Lo observó a lo lejos parado frente a un enorme y frondoso pino, a su lado un hombre alto y espigado contemplaba con la misma fascinación aquella esplendorosa conífera. Caminó tranquilo hasta ellos, no había prisa por llegar, ya que su hijo estaba bastante perdido admirando el majestuoso árbol y la grava del piso no facilitaba que fuera más a prisa. Se tomó su tiempo al caminar, en hacerlo despacio antes de caer y lastimarse. Cuando estuvo a un lado de su hijo comprendió el por qué de su fascinación, era un pino hermoso y que despedía el mismísimo aroma de la Navidad,

-Es precioso papá, deberíamos llevarlo a casa, - dijo David más que emocionado y el hombre a su lado sonreía al ver la actitud tan feliz de aquel niño,

-Lo es cariño, pero al parecer el caballero llegó primero que nosotros, - dijo Charles refiriéndose al hombre a un lado de su hijo. Este sonrió un poco antes de observar al dueño de tan particular voz, cargada de un acento británico,

-Solo lo contemplaba, - respondió cortésmente el hombre,

-Ves papá, podemos llevarlo, - dijo David dando brinquitos,

-¿Está seguro de que no es suyo?, - le preguntó Charles con amabilidad,

-Seguro, compraré uno más pequeño para mis hijos, - Charles esbozó una sonrisa ligera. Era lógico que un hombre tan guapo tuviese una familia, una esposa perfecta y unos hijos maravillosos, -La casa en la que viven con su madre es pequeña y dudo que un pino tan majestuoso como este quepa en un lugar tan reducido, - Charles sonrió, pero ahora con más efusividad,

-¡De ser así, entonces lo lleváramos!, - el hombre alto hizo una mueca parecida a una sonrisa,

-Su esposa quedará complacida con ese árbol, - David negó levemente por lo mencionado y observó a su padre. Había emoción en sus ojos al ver a ese hombre.

Aún siendo un niño su intuición lo hizo alejarse del par de hombres que ahora platicaban uno muy cerca del otro. Es que el espigado caballero había dado dos grandes pasos para quedar a un lado de Charles que apoyaba su peso sobre sus bastones. Este le sonrió,

-No, solo somos mi hijo y yo,

-Lo siento no debí ser indiscreto,

-No hay problema,

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