I. El pacto.

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I.

Ese lunes, Erik vio entrar al restaurante al hombre que le había robado los pensamientos desde la semana pasada, a diferencia de otras ocasiones, hoy se encontraba solo. Fue atendido por un compañero suyo y este le pidió llevarle la pequeña taza de té que el señor bebía antes de retirarse. Erik vio en ese acercamiento la oportunidad de hablar con él,

—Señor, hola, – el hombre sonrió levemente y se acomodó las gafas,

—¿Sí?, dígame,

—Traje su té, ¿Cree que podría sentarme un momento con usted?, – este volvió a sonreír y asintió,

—Adelante, – Erik se sentó a su costado en el asiento,

—Su taza está justo frente a usted, – el hombre sonrió y movió su mano al frente hasta que el dorso topó con la taza, —Sabe, escuche su plática del otro día, señor, – este frunció aún más el entrecejo,

—¿Sabe que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas?, – Erik puso la cara sería,

—Lo sé, pero escuché algo que es importante para ambos, – el hombre giro levemente el rostro hacia dónde provenía la voz de ese hombre,

—¿Cuál es su nombre?,

—Erik, señor. Erik Lehnsherr y soy camarero en este restaurante,

—Lo sé, Erik. Un acento como el suyo es difícil de olvidar, – Erik lo miró sorprendido,

—Soy Polaco, – el hombre sonrió,

—Claramente eres extranjero, Erik, – él lo observó fijamente,

—¡Necesito hablar con usted!,

—¿Ya ha terminado su turno?,

—Si,

—Entonces pida algo de beber y explícame que podríamos tener usted y yo en común, – Erik sonrió,

—En que usted y yo necesitamos un esposo a la brevedad, – el hombre sonrió y negó,

—De acuerdo, Erik. Ha logrado picar mi curiosidad, – Erik sonrió,

—Usted hablaba de necesitar contraer matrimonio, para salvar la empresa de su padre y yo necesito casarme porque soy inmigrante. Necesito una residencia, no puedo volver a mi país con la situación actual, – el hombre apretó la mandíbula,

—¿Cuál es tu edad, Erik?,

—Treinta uno, señor, – este sonrió soltando un pequeño bufido,

—¿Cuántos años crees que tengo yo, Erik?, – no le permitió responder, —Nadie va a creer que un joven de tu edad está deliberadamente interesado y enamorado de un hombre ciego y viejo como yo. Si deseamos engañar al sistema, esto debe ser lo más convincente posible,

—¿Eso quiere decir que aceptará?, – el hombre sonrió,

—Vamos por partes, Erik. Por ejemplo, no te interesa saber mi nombre y el motivo por el cual debo estar casado a la brevedad,

—Claro que me interesa, señor, – el hombre suspiró,

—Mi nombre es Charles Xavier y necesito un esposo y mano derecha para dirigir la empresa que el socio de mi padre me quitó, – Erik lo observó fijamente, —Como podrás darte cuenta, no puedo casarme con cualquier persona. Necesito a alguien que sepa del negocio, – Erik lo observó de nuevo sin perder detalle de sus gestos,

—¿Qué necesito hacer o saber para ayudarle?, – Charles ladeó un poco la cabeza antes de contestar,

—Debes ser mis ojos dentro del corporativo, – Erik apretó los labios, —Debes ser alguien en quien yo pueda confiar plenamente, – Erik bajó la mirada, —Y pienso que existe una probabilidad muy alta en qué tú seas esa persona, - Erik regresó a verlo con convicción,

—¿Cree que podría confiar en mí?,

—Si, Erik. Siento que puedo confiar en ti y sé que puedo hacerlo porque viniste, hacia mí, a hablarme con la verdad, con plena sinceridad y confianza, – Erik suspiró levemente, —Sé que puedo confiar en ti, pero tú estás seguro del paso que vas a dar. Estás seguro de querer llevar un matrimonio en apariencia y con todo lo que eso conlleva, – Erik asintió, pero no respondió, —¿Ese movimiento de cabeza fue un sí?,

—Sí, señor,

—Para empezar deberías dejar de llamarme, señor. De ahora en adelante seré Charles o cualquier mote romántico o cariñoso que desees utilizar para nombrarme, – Erik asintió y después respondió,

—Sí, Charles,

—Debemos ser convincentes, tanto para la junta del corporativo como para los trabajadores del gobierno que te concederán la residencia,

—Entiendo, Charles,

—Ahora bien, debes recordar que soy un hombre discapacitado. Tienes que estar al tanto de mis necesidades y de casi todo lo referente a mí. Deberás dejar este empleo y buscar algo más acordé al estilo de vida que empezarás a tener cuando vivamos juntos,

—Pero no puedo dejar de trabajar, tengo deudas y un alquiler que pagar,

—Yo no dije eso, Erik. Solo que ahora necesitaras un empleo nuevo y mejor, el esposo de alguien como yo debe ser alguien distinguido. ¿Qué es lo que sabes hacer aparte de atender mesas?, – Erik bajó el rostro avergonzado, —Espero no haberte ofendido con mi dureza,

—No hay problema, Charles. Soy matemático y trabajé como maestro en Polonia, – Charles asintió y cerró un segundo los ojos,

—Vas a estar a mi lado, ayudando con los números y dentro del corporativo en la parte de contabilidad. Por ambas funciones recibirás un sueldo, así que no deberás preocuparte por pagar tus deudas y del alquiler, ni hablar, vendrás a vivir conmigo, – Erik lo observó fijamente, —¿Cuándo deseas que todo empiece?, si dices que ahora mismo, podemos salir ambos del brazo rumbo a mi departamento para platicar como llevaremos este trato, – Erik no podía despegar la vista de él, de su barba cobriza, de su piel blanca y pecosa, de aquel mechón de canas que caía grácil en su frente, —Si algunas personas empiezan a vernos juntos, todo será más creíble, – Erik volvió a asentir, —Necesito respuestas verbales, Erik,

—Lo siento, Charles, – parpadeó antes de hablar, —Sí. Vamos a tu departamento y platiquemos, – Charles sonrió,

—Entonces ve por tus cosas y me encuentras en la entrada del restaurante, – Erik se puso de pie y Charles estiró su mano para intentar detenerlo, este se acercó, —Deberías besarme en los labios antes de irte, – Erik lo observó fijamente y el color carmín en ellos, se aproximó y lo beso de modo fugaz, Charles sonrió, —Encuéntrame a la salida, cariño, – Erik no podía dejar de observar el rubor en sus mejillas,

—Claro, mi amor, – respondió de forma tímida, pero convincente, después avanzó hacía al interior de la zona de empleados.

Charles elevó su mano para pedir la cuenta y entregó al camarero su tarjeta sonriendo. Después tomó su bastón guía y le pidió a uno de los camareros que lo dirigiera a la salida del restaurante. Cuando estaba ahí de pie, esperando, reconoció a su costado izquierdo el aroma inconfundible que le había hecho compañía minutos atrás, era Erik con su aroma a colonia de afeitar,

—Nos vamos, cariño, – Erik se sorprendió al principio y después sonrió al saber que Charles había notado su presencia a su costado,

—Vamos, amor, – Charles plegó su bastón y le pidió a Erik permiso para tomarse de su antebrazo, él acomodó de mejor forma el brazo de Charles y empezaron a avanzar por la calle. Al llegar al final de la acera le pidió avanzar dos calles más y después girar a la izquierda hasta el número setenta y nueve.

Continuará...

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