Jungkook era el hombrecito más amable y considerado que existe en el planeta tierra, su madre es su adoración y haría todo para ayudarla a cumplir sus sueños.
Su concepto del amor es muy limitado a la familia, nunca ha pensado en enamorarse de una c...
Este idiota empezaba a colmarme la paciencia, cambiaré todos sus turnos a después de las cinco que es cuando Reya termina su jornada.
—Ignóralo— me pide Reya, suspiro asintiendo y tomando su mochila para subirla al auto— tú padre dijo que los esperáramos ya listos y que te toca conducir la primera parte.
Él siempre hace eso, organiza viajes en los que termino conduciendo yo porque a él le da pereza, ni siquiera ahora que compró auto nuevo— según para sentirse más joven— lo conducirá, al menos ya se dio cuenta de que el otro auto definitivamente ya no servía por mucho que lo enviase a arreglar.
Inclino la cabeza al frente con la intención de besarle, me facilita el trabajo impulsándose y solo enreda los brazos en mi cuello, sosteniéndose de esa manera y dejándome el control a mi, cosa que me encanta.
No sé si es algo que todo hombre colado por una mujer tiende a decir; pero no he probado labios más deliciosos que estos.
Alguien se aclara la garganta y del susto nos separamos de golpe, claro, más interrupciones, ya me acostumbré. Mis padres nos pasan por el lado y se suben en los asientos traseros, observo por la ventana como este señala el asiento conductor y es una clara orden de mueve el culo que no tenemos todo el día.
Abro la puerta del copiloto para Reya y subo de último, vámonos de una vez.
—Voy a tomarme una siesta— anuncia papá— despiertame cuando sea mi turno de conducir.
—Es decir, conduciré todo el viaje.— mamá se ríe, dándome la razón— Tú conducirás de regreso, no vas a librarte de eso.
^o^
—¡Detente aquí!— freno de golpe, mamá asustándome— Iré al baño y compraré comida chatarra.
No me da tiempo para decirle que ya vamos a llegar, pues se ha bajado corriendo y papá ni se ha inmutado, sigue dormido y tieso como un tronco.
Cuatro horas conduciendo, que martirio para mi espalda.
—Deberías bajarle al volumen o se despertará tu padre— Reya tiene los ojos cerrados, pero sigue despierta— hace calor.
El aire está encendido y hace bastante fresco.
—Creo que es el suéter que traes puesto.
—¿Tú crees? Porque es de tela delgada— se endereza— me lo quitaré, traigo blusa debajo.
En menos de un segundo de despojó de el, guardandolo en la mochila y aprovechando que abrió esta, revisó su maquillaje, peinó su flequillo y se soltó el cabello, cuando estuvo satisfecha su espalda volvió a chocar con el asiento.
—¿Qué tienes?
—Algo que preguntarte, pero será después de mañana.
—Gracias, ahora tendré la intriga jodiendome la cabeza hasta que me lo digas.
Se ríe.
—Lo siento, te mantendré ocupado para que no pienses mucho en eso.
—¿Y cómo es eso?
Chasquea la lengua.
—Ya veremos que se me ocurre.
Mamá regresa tiempo después, repartiendo galletas para todos, lanzandole a papá un paquete en la cara y despertándolo con eso. Reya se encarga de darme de comer ya que por obvias razones no puedo.
Ahora tengo dos dudas, que será lo que va a preguntarme y como se supone que estaremos ocupados para olvidar la primera duda, no quiero tener pensamientos con segundas intenciones, pero para mi cabeza es imposible no pensarlo como una posibilidad.
Reya está muy pegajosa estos días, después de todo.
—Tus abuelos están ansiosos, parece que ha pasado una eternidad desde que los visitamos— ese comentario me saca fuera de mis pensamientos, mamá suspira de manera nostálgica— me dan ganas de recordar cuando apenas conocí a tú padre.
—Si, me acosó hasta que caí.
Me muerdo el labio inferior para aguantar la risa. Mamá ni se inmuta.
—Se hacía el difícil— le dice a Reya— pero era obvio que terminaría conquistándolo.
—Pues no tenía opción.
—Es que era muy guapo, al principio sólo era eso, pero su personalidad también entró en juego y pensé; es mi hombre— creo que voy a estallar de aguantar la risa— y me siento orgullosa por haberlo conseguido o de lo contrario mi Jungkookie no sería tan apuesto.
—Repito, no tuve opción. Estaba loquita y nunca conocí a alguien tan insistente, digamos que me enamoré de su persistencia.
Mamá suspira, observo a Reya por el rabillo del ojo y también tiene ganas de reírse.
—Eso si, lo idiota nunca se le quitó.
Suelto la carcajada, nunca me canso de esa historia.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.