Capítulo 9

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La guardia en el hospital cada vez era más tortuosa, pese a ser una ciudad pequeña, dentro de aquella sala podía esperarse cualquier cosa

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La guardia en el hospital cada vez era más tortuosa, pese a ser una ciudad pequeña, dentro de aquella sala podía esperarse cualquier cosa. Megan se apuraba por llevar todo el equipo para tomarle la presión a una pobre mujer que estaba a punto de desmayarse por el calor. Lo cierto es que ahí dentro con todo el aire acondicionado, no era capaz de darse cuenta que la humedad de afuera traía consigo una fuerte lluvia.

—Estoy tan cansada —suspiró la paciente.

—Solo será un momento, luego quedará en revisión, y si la presión ya se encuentra estable podrá marcharse a casa —aseguró la rubia firmando una planilla. Dios, no veía la hora de que ya sea oficial, solo quedaba ese semestre, y deseaba que pasara lo más rápido posible, al menos para no tener que cruzarse a Matthew luego de semejante escena. Frunció los labios mientras esperaba por los resultados de un análisis de sangre en la ventanilla del laboratorio. De solo recordar el suave y escueto beso que él dejó en sus labios como si fuese un accidente, la tenía aun en una nube.

Golpeando el lápiz sobre la hoja ante sus ojos, recordó a su ex novia, al sentimiento amargo que se explayó por su estomago cuando él no negó que se veían. Muy en el fondo admitía que una pizca de celos la abatía, y se odió por ello. No era quién para molestarse por lo que ese inmaculado hombre hiciera con su vida, tal vez si no se hubiese metido tan de lleno a la boca del lobo no estaría con su cabeza hecha un lío. ¿Por qué todo no podía ser distinto? ¿Por qué demonios creyó que llegar a esa ciudad iba a ser relajante? Porque no lo era en lo mas mínimo, bastaba verlo a él para que sus manos temblaran y sus nervios la devoraran viva.

Se hallaba tan concentrada en su planilla pasando los datos de los resultados del análisis, que no se percató de que la misma señora se apoyaba sobre su brazo.

—No me reconoces ¿cierto? —inquirió con una sonrisa. Megan negó apretando sus labios —. Tú fuiste la que nos ayudó a mi pequeño y a mí en el accidente hace unos días.

No pudo evitar sentir su corazón bombear con fuerza al rememorar tal suceso, la desesperación en su cuerpo por ver que el niño no despertaba.

—Lo siento, no me...

—No te preocupes, era imposible que lo notaras cuando te enfocaste en salvar a mi hijo —acarició su brazo en un gesto tan maternal que Megan no quiso enfocarse demasiado en ello —. Solo quiero decirte que si no fuera por ti mi hijo no sobreviviría —sus ojos brillaron emocionados —. Y aunque no pueda pagarte lo que haz hecho por nosotros, quiero decirte que mi esposo tiene una vacante para ti en este hospital. Es el director —relató sonriente.

—¿Qué? —preguntó perpleja.

—Cuando te recibas, llamas a este número y tendrás tu lugar. Te lo mereces, y es como queremos agradecértelo —mencionó —. Además, el capitán Davis tuvo la amabilidad de esperar toda una tarde aquí para hablar con mi esposo. Las recomendaciones fueron muy buenas —aseguró sin permitirle meter bocado, y es que las palabras se le habían esfumado del cuerpo.

Seductora condena ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora