Capítulo 13

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Le alcanzó las botellas y servilletas sin emitir comentario al respecto, tampoco tenía en claro qué decir

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Le alcanzó las botellas y servilletas sin emitir comentario al respecto, tampoco tenía en claro qué decir. No quería pasar por atrevido o preguntar sobre un tema que no le correspondía, pero el sabor amargo no se iba y no entendía cómo comportarse. Lo peor era que ya dio su palabra de quedarse a dormir ¿Cómo haría para aguantarse las ganas de saber?

—Déjalas sobre la mesada que ya las tiro —mencionó Megan mientras limpiaba los platos de la mañana. Lo vio asentir levemente, y por más que pusiera sus ojos sobre él, Matthew apartaba la mirada —. ¿Ocurre algo?

—No, no, solo estoy un poco cansado —apretó sus labios mientras peinaba su pelo hacia atrás.

—Puedes ir a acostarte si quieres, enseguida termino. No tuve mucho tiempo para limpiar la casa —le explicó con esa encantadora sonrisa que, pese a estar agotada, seguía llegando a él de la misma forma.

—Bien, te espero en la habitación entonces —balbuceó mirando sus zapatillas para luego voltear y emprender camino hacia las escaleras.

Megan permaneció mirándolo. Su ceñó se fruncía a causa de su extraño comportamiento. Pero si hace unos minutos estaban entre abrazos y besos sobre el sofá. Pensó que tal vez se trataría de alguna llamada de último momento que tuviera que ver con su trabajo, y lo tuviese así, tan desconcertado.

Soltó un suspiro que cargaba gran parte del cansancio acumulado en esos días. De pronto la idea de que tal vez durante esa semana lo que tuviese con Matthew, y comenzaban a formar, se vio perjudicada por la falta de tiempo de ambos para verse, fuera la causante de que él se sintiera extraño. Sacudió su cabeza ante la facilidad para hacerse ideas tan descabelladas. Matthew no era como Frank, eran tan distintos hasta en la forma de mirarla. Esos comportamientos de adolescentes no los tendría jamás, era un hombre, con una vida y experiencia por delante de la que ella conocía bien. Y Frank, su ex prometido, fue la persona que hizo las valijas y la abandonó cuando su familia transitaba el momento más difícil, cuando se quedó sin su hermano y tuvo que mudarse a casa de sus padres para acompañar a su madre en la enfermedad, y luego verla morir.

Limpió las traicioneras lágrimas que todos esos recuerdos provocaron. Ni siquiera se percató que seguía sobre la cocina, apoyada a la mesada mirando al suelo. Carraspeó buscando apartar esos pensamientos de su cabeza y limpió sus manos lista para ir a descansar un poco. Sobre el sofá, la luz parpadeante de su teléfono atrajo su atención. Kate le avisaba que mañana irían a la cafetería de Filip para pasar un rato juntos luego de tantos días sin verse. Aceptó enseguida y guardó el aparató en su bolsillo. En el instante que volteó, el anillo de su compromiso yacía sobre la mesa pequeña frente al televisor. Megan pudo jurar al quedarse estática, que ese pequeño objeto siempre estuvo a un lado del televisor.

Alguien lo cambió de lugar. Alguien fue que...

Matthew.

Golpeó su frente al unir todos los hilos. Tomó el anillo entre sus dedos y lo apretó hasta cerrar su mano en un puño. Ese era el motivo de la reticencia de aquel hombre, de sus escuetas respuestas. Bufó yendo de vuelta a la cocina, y abrió el cajón que contenía solo unas cajas de té, y lo lanzó allí. Se sentía una tonta por resguardar esa desolada joya, y aunque no lo usaba, siempre la llevó a donde sea que fuese. Posiblemente por ser una masoquista que deseaba abrir su cartera, ver el anillo y darse cuenta que el odio por Frank seguía tan firme como un roble.

Seductora condena ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora