Capitulo 29- Ver el mundo arder

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Una explosión suena a lo lejos y la lámpara vuelve a titilar, no lo aguanto más y me levanto de dónde estoy sentada, no puedo estar aquí y no apoyar a Noah, mi equipo.

—Cuidate —susurra Marisol.

Habla bajo para no despertar a mi hermana que está durmiendo junto a ella. Han pasado más o menos media hora o más... No sé nada de nadie, no sé cómo visten los enemigos, pero me arriesgaré.

Abrazo a mi amiga y le agradezco en voz baja, me siento mucho mejor, ya no me siento débil, en realidad me siento fuerte y revitalizada. Me pregunto si algo de lo que pasó con Amiel me dejó algo más que solo un ojo diferente...

La puerta se cierra tras de mí, parece que solo abre desde adentro, eso me da un poco de alivio al saber que mi hermana estará realmente a salvo.

Subo los peldaños de la escalera, todo parece un laberinto, hacia los lados hay dos túneles que sabrá Dios a dónde llevan, no quisiera averiguarlo... Pero como nada de lo que quiero sucede... Todo pasa muy rápido, unas manos ponen sobre mi cabeza una tela gruesa que no me deja ver, ni defenderme, soy arrastrada hacia atrás.

Maldita sea, ¿Por qué a mí? Soy llevada por los cabellos en un suelo rústico y sucio. El dolor se extiende por mi cabeza, no puedo ver nada y se me dificulta respirar.

Las manos son de hombre, puedo notarlo, también noto que empieza a subir unas escaleras conmigo, al menos saldremos a la superficie, parte del ambiente se ilumina y todo deja de estar en silencio, pero seguimos en los túneles de los refugios. Unos tacones resuenan en el lugar.

—Déjala allí, junto con los otros. —La voz de Luzze me hace querer golpearla con todas mis fuerzas. Estúpida hija de...

—¿Quiénes son los otros? —Pregunto.

Un gruñido que reconozco me responde mi pregunta, eso y las palabras que salen de su boca. La capucha aún no ha sido retirada de mi cara.

—Maldita sea Zoey, ¿Cuando será el día que me harás caso?

—¿Perdón por querer ayudar? —mi pregunta es irónica.

—Silencio, los prisioneros no hablan ¿O quieren ser castigados? —Alheli habla dulcemente.

Esa chica es una extraña combinación de tierna y diabólica. Me quedo en silencio, la verdad pretendo guardar fuerzas para cuando tenga que pelear, que espero sea pronto, esas dos me deben una buena pelea, veamos esto como una venganza por meterme en una ilusión, hacerme creer tantas cosas.

Escucho como arrastran cosas, mueven objetos, las princesas no están solas. Por un momento el lugar se queda en completo silencio, excepto el crepitar de lo que puedo divisar a través de la tela que tengo tapando mi rostro, son antorchas. Fui amarrada de manos, pero un nudo débil, no parecen muy fuertes los hombres que están trabajando con las princesas está vez.

No sé que tan lejos de mí está Noah, pero escucho una respiración agitada, ¿Siente dolor? Muevo mis manos hasta sentir que están desatadas, no armó escándalo y espero que algo más suceda.

Huelo, el lugar parece tener algo pudriéndose en el, mis fosas nasales no me agradecen que este intentado identificar lo que es la cosa. Muy al fondo de los olores desagradables está un olor a dulce que me hace pensar que quizás Noah no está tan lejos.

Estar prácticamente ciega me hace pensar que es lo que debo hacer, analizar los sonidos, los olores y sensaciones. Escucho con atención, a mi al rededor hay leves pasos arrastrados.

—Estamos solos —Susurra Die.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto nerviosa.

—No lo sé... —gruñe un poco.

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