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¡¡Aquí estamos por fin!! ¡FELIZ NAVIDAD A TOD@S!

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Recostado contra aquel poste de semáforo, soltó un suspiro realmente frustrado. Estaba a cinco segundos de cometer un asesinato y por todo el bendito universo, eso era algo de lo que no se sentiría muy orgulloso, especialmente porque sus instintos asesinos estaban dirigidos a ese tipo con apariencia de leñador. Ese idiota que estaba viéndolo desde una acera cercana mientras comía caramelos de menta. Ni siquiera sabía que jodidos estaba haciendo ahí. ¿Acaso no tenía  cosas que hacer? ¿como prepararse para la siguiente navidad? Al parecer no.

- Largate - gruñó con su vista puesta en la vacía calle. No era de extrañar, siendo cerca de la una de la madrugada, todo estaba casi desierto. Al menos en lo que a un pueblo respecta, en donde todos van a dormir temprano.

-¿Por qué?- preguntó el bastardo con la sonrisa filtrándose en su voz. - Solo trato de hacerte compañía.

- Si, bueno...no la quiero. Además estoy seguro de que tu chico no estará muy feliz al saber que te escapaste otra vez.

- No me escapé, solo estoy tomando un día libre. Además estamos a principios de febrero. Aun falta mucho para que el verdadero trabajo para mi empiece.

-¿Y qué paso con eso de "navidad todo el año"?

- Que no este en el Polo Norte no significa que no esté haciendo mi trabajo- giró la vista solo para ver a Nicholas poniéndose de pie- Además quiero ver como haces "magía". Se supone que eres todo un maestro en esto de enamorar personas, pero llevo horas acompañandote y aun no he visto nada "mágico" sucediendo.

- primero que nada, no estás siguiéndome, me acosas. Y segundo, mi trabajo no es magia, es arte. Por lo que no puedo simplemente disparar flechas a lo bruto- sonrió de manera desdeñosa- pero que vas a saber tú. Lo tuyo es entrar por las chimeneas cual ladrón y comer galletas.

- Yo también le doy amor a las personas. ¿Acaso no te he contado la historia sobre como conseguí que Callum Grayson y Leif Cassel se enamoraran?

-Lo has hecho, como cien veces- como si pudiera no saberlo. Nicholas se había encargado de refregárselo en la cara con total orgullo. Era patético, fue un golpe de suerte. Nada más. - Ahora vete, me desconcentras.

- ¿Es tu excusa para no aceptar que eres un fracasado?

Lo fulminó con la mirada. Todos aquello que pensaban que Santa Claus era un hombre bonachón, era porque no conocían a Nicholas Christmas. El tipo era odioso hasta decir basta, fue conocerse y odiarse mutuamente. Aunque a decir verdad, no era  como si Eros fuera especialmente cercano a los demás "seres festivos" como solían llamarse entre ellos.

Veamos, el conejo de pascua no lo soportaba y en realidad no era un conejo. Era un linda chica de cabello castaño cuyos dientes frontales eran adorablemente grandes y por eso se había ganado el mote de "conejo de pascua". El asunto es que ella no soportaba a Eros porque alguna vez se le escapo decir en voz alta que la única razón por la que su celebración seguía existiendo era porque pues...¿a quién no le gusta el chocolate?

Ella no estuvo muy feliz después de eso.

Luego estaba el hada de los dientes. Ella era una perra maliciosa. No iba a decir más al respecto. Además Eros siempre había pensado que eso de coleccionar dientes era bastante tétrico.  Y la historia se  repetía con las demás festividades. Halloween, Acción de Gracias, El día de San Patricio etc, etc. Sí, eros no era el favorito de ninguno de sus compañeros, pero aun así no podían negar que su festividad y su trabajo era uno de los más importantes; porque...¿qué seria del mundo sin amor?

El Turno de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora