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Cuando despertó  aquella mañana, quiso volver a dormirse casi de inmediato. El sabor agrio en su boca y las punzadas sordas que atacaban su cabeza eran insoportables. Le tomó un para de intentos abrir los ojos y cuando lo consoguió, se dió cuenta de que había sido un maldito error. Los rayos del sol colándose por su ventana se sintieron como cuchillas en sus ojos.

- Jesucristo- gimió y rodó alejándose de la claridad. Se removió hasta que su cabeza terminó debajo de una almohada.

Por un momento se preguntó que había pasado como para terminar de aquella manera. Entonces se recordó a si mismo tomando una botella de Vodka de la reserva privada de su padre. Claro, maldito vodka. Y maldito fuera él mismo por haber hecho semejante estupidez. Odiaba beber, nunca le había cogido el gusto y además el alcohol se le iba muy rápido a la cabeza convirtiéndolo en un desastre. Pero lo que más odiaba era despertar al día siguiente sintiéndose como un muerto en vida y apostaba que su boca apestaba como tal.

Poco a  poco fue adaptándose a la claridad y fue entonces que pudo reconocer el lugar en el que se encontraba. La casa de sus padres y aquella era su habitación, o lo había sido hasta que se fue a la Universidad. Parecía una eternidad desde la última vez que estuvo ahí. Las paredes seguían siendo completamente blancas, sin ningún tipo de decoración. A su padre no le había gustado eso de que pegaran pósters o cualquier otra cosa en las paredes y él estúpidamente había accedido a no hacerlo. Cosa que sus hermanos prefirieron ignorar, por lo que sus habitaciones siempre fueron más coloridad, con personalidad. La suya no era muy diferente a una habitación de hotel, bastante impersonal.

Cuando estuvo seguro de que sus ojos no se secarían a causa de la luz. Rodó de nuevo sobre su espalda y clavó la vista en el techo. No quería pensar en la noche anterior o en su vida en general. Pero era algo bastante inevitable. Bueno, esa era otra de las cosas que odiaba sobre emborracharse. La crísis existencial del día siguiente. Era una auténtica mierda.

Y tampoco es como que fuera difícil analizar su vida. Era bastante miserable. Fin del asunto.

Sí, puede que tuviera un buen trabajo como asesor financiero. Que tuviera su propia oficina en un gran edificio en el centro de Nueva York, que su cuenta bancaria contara con muuuchos ceros. Que su auto fuera un deportivo último modelo y que todo eso lo hubiera logrado a principios de los treinta. Pero fácilmente cambiaría todo eso si pudiera tener un poco de felicidad, si pudiera sentirse bien consigo mismo.

Se sentó en la orilla de la cama y soltó una risa amarga al darse cuenta de que aun estaba vestido con la ropa del día anterior. Ni siquiera se había quitado los zapatos. Vaya cosa. Cerró los ojos y se pasó amabas manos por el rostro para tratar de espabilar del todo. Y mientras lo hacía tuvo una especie de recuerdo, uno bastante borroso.

Ojos verdes. Los ojos verdes más claros que había visto en su vida y una sonrisa ligeramente arrogante.  Parpadeó un poco confundido tratando de recordar a quien pertenecían esos ojos, pero se topó con que tenía un gran espacio en blanco en su memoria. He ahí la tercera cosa que odiaba sobre emborracharse. Siempre olvidaba lo que había hecho mientras el alcohol desfilaba en su sistema.

Bien, no tenía ánimos de reprenderse a si mismo mientras la resaca estaba machacándolo, por lo que prefirió buscar un poco de ropa limpia, tomar una ducha y luego conseguir algún tipo de analgésico que lo ayudara a sobrevivir a aquella desagradable experiencia.

Ese era un buen plan. Al menos, el mejor que podía idear en su estado.

***

Matthew siempre creyó que cuando por fin se decidiera a contarle a sus padres sobre su orientación sexual, obtendría algún tipo de reacción. Ya fuera buena o mala. Pero mientras comía su desayuno tardío y veía su madre limpiar la cocina mientras en la radio sonaba una vieja canción, se dió cuenta de que había sido demasiado iluso. A ellos no les importaba en lo absoluto. Pero no era la indiferencia agradable del tipo: "No te preocupes hijo, te amamos igual". Era más del tipo: "No nos importa de una o de otra manera".

El Turno de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora