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Noviembre llegó como un parpadeo. Las cosas en la vida de Matthew Lowell estaban mejor que nunca. Su primer libro había salido oficialmente a la venta el mes anterior y había tenido una buena recepción, tanto que ya tenía contrato para tres libros más de lo que con suerte sería una saga exitosa. Era como estar en medio de un sueño, porque no podía creer que las cosas estuvieran yendo tan maravillosamente. Julia Renfield, su editora, se había convertido también en una muy buena amiga. Ella era una mujer maravillosa, amable, divertida y tan soñadora que era imposible no contagiarse de su entusiasmo.

Julia lo sabía todo de él, sus dudas, sus miedos, su motivación. Ella se encargaba de levantarle el ánimo siempre que era necesario. Solían verse una vez a la semana ya fuera en el apartamento de ella o en el suyo para simplemente platicar, ver una película o trabajar en ideas para los próximos libros. Normalmente terminaban tendidos en el suelo de la sala, con los pies descansado sobre el sofá o la mesa, hablando de tonterías hasta que el sueño los vencía. Nunca había tenido una amiga así, que se sintiera tan real. Por eso no había dudado en contarle su mayor secreto y ese era que: estaba enamorado de Eros Valentine.

Julia solía decirle que si estaba destinado a ser, su camino y el de Eros volverían a cruzarse, pero Matt no estaba tan seguro. Habían pasado meses desde su último encuentro. Trataba de no pensar en ello porque lo que menos quería era seguir sintiéndose triste al saber que probablemente no volvería a verlo.

Aunque debía confesar que un par de meses atrás había tenido unas semanas algo extrañas. Lo recordaba bien porque fue luego de la última vez que se atrevió a utilizar una app de citas, aquella en donde fue engañado por un tipo que mintió sobre todo lo referente a su perfil. El asunto es que las semanas posteriores a ese desagradable suceso, Matt a veces despertaba en medio de la noche sudando, con el corazón desbocado y algunas imágenes en su cabeza que no tenía demasiado sentido. Por ejemplo recordaba ver a Eros en medio de un callejón luciendo preocupado. Recordaba vagamente gritando enfadado: "No tenía derecho a tocar a Matt". Era bastante confuso porque eso no tenía sentido; así como tampoco tenía sentido el recordar haber sido recostado en su cama por Eros, para luego ser tapado con una manta.

Esos sueños, porque para él no eran más que eso, lo asustaron lo suficiente porque temía estarse obsesionando con el pelinegro.  Cuando él y Julia se volvieron lo suficientemente cercanos, se lo contó dejándola bastante pensativa. Ella sugirió que tal vez solo era cosa de su subconsciente, que no pensara demasiado en ello. Y en efecto, unas cuantas semanas después dejó de despertar sobresaltado y sin embargo los sueños fueron reemplazados por una sensación de vacío en su mente. Era extraño, pero se sentía como si faltara algo ahí. Como tal cosa no tenía sentido, dejó de pensar en ello. Así como trató de no pensar tanto en Eros Valentine, a veces era una tarea sencilla y a veces él estaba en su mente con mayor frecuencia. Lo extrañaba y eso no tenía demasiado sentido.

Pero aquel día estaba lo suficientemente ocupado como para que ese hermoso hombre de ojos verdes estuviera fuera de sus pensamientos. Aquel día se estaba llevando a cabo una firma de libros en una de las librerías más reconocidas en el centro de la ciudad. Había una larga fila de personas, adolescentes en su mayoría puesto que su libro estaba catalogado como fantasía juvenil.

No le fue difícil sonreir y ser amable, puesto que su naturaleza era cálida y agradable. Aceptó tomarse fotos, tuvo pequeñas charlas con sus lectores y lectoras, incluso aceptó abrazos porque algunos de ellos estaban más que encantados con su trabajo y esperaban poder leer sus nuevos libros muy pronto.

-Amo como escribes- dijo una pequeña chica que se veía diminuta enfundada en un grueso abrigo rosa. - Te juro que jamás había leído una historia que me llegara tanto al corazón y el protagonista...me identifico tanto con él ¿sabes? porque la mayoría de protagonistas suelen ser tan geniales, osea sí, tienen una vida difícil pero de algún modo siempre han sido geniales- ella rodó los ojos- pero hiciste a Harper tan real, un poco torpe, que no puedo evitar sentir que si él pudo ser parte de una aventura épica, yo también. He querido tanto encajar con el resto del mundo, pero a veces es demasiado difícil.

El Turno de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora